Empobreciendo la pobreza

Ciudad de México /

El 30 de abril fueron despedidos los trabajadores del Coneval, el organismo que la democracia mexicana construyó para medir la pobreza y medir los alcances del gobierno en esa materia capital.

El Coneval era un organismo desconcentrado con una autonomía cabal en materia metodológica, de levantamiento y divulgación de sus resultados.

Será ahora una dependencia del Inegi. No sabemos qué tan bien funcionará bajo su nueva adscripción. Sabemos que funcionaba muy bien como estaba y que, en el mejor de los casos, el gobierno ha destruido algo que funcionaba bien, con solvencia internacional, para sustituirlo por algo que no funciona todavía.

La diferencia crucial es que, ahora, la información que antes daba el Coneval dependerá de los criterios que defina el Inegi, no del consenso de las fuerzas políticas democráticas, en particular las fuerzas opositoras, de donde nació el diseño original de la institución.

Quiero decir que el Coneval fue pensado como contrapeso al gobierno, como un vehículo de socialización de información sólida, a sabiendas de que sería por lo general contraria al gobierno o reveladora de sus límites en la lucha contra la desigualdad y la pobreza.

Ya no.

Por lo pronto, al momento de escribir esta nota, el organismo sustituto del Coneval no había entregado la medición de pobreza extrema que le tocaba en abril: “Línea de Pobreza Extrema por Ingresos (LPEI), equivalente al valor monetario de la canasta alimentaria por persona al mes; y Línea de Pobreza por Ingresos (LPI), equivalente al valor monetario total de la canasta alimentaria más la canasta no alimentaria por persona al mes”.

La sustitución empieza con retraso.

La desaparición del Coneval destruye algo que funcionaba, empobrece nuestros instrumentos de medición de la pobreza. En cierto modo empobrece a la pobreza. Nos recuerda que lo que no se mide no se puede corregir o se corrige sin rigor y sin rumbo.

No es un caso aislado, es una desdichada tendencia, casi un método, un dogma de la llamada Cuarta Transformación.

Destruir lo que funciona para sustituirlo por algo que funciona peor. Generalmente, mucho peor. El Inegi es una institución sólida todavía. Veremos dónde acaba el Coneval en sus manos.


  • Héctor Aguilar Camín
  • hector.aguilarcamin@milenio.com
  • Escritor, historiador, director de la Revista Nexos, publica Día con día en Milenio de lunes a viernes
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