Con amor a mis siete sobrinos
El teatro Julio Castillo (otrora llamado Del Bosque) se encuentra abarrotado. Es un sábado al mediodía y me da un gusto enorme que así sea. Salvo contadas excepciones, el público lo constituyen familias, la mayoría integradas por matrimonios jóvenes y sus pequeños hijos, casi todos menores de 10 años.
Alguien con espíritu de Herodes se sentirá a punto de la locura. Por fortuna no es mi caso, pues mis muchos años ejerciendo de tío me han hecho inmune a estas situaciones generalmente enloquecidas, he de admitirlo.
Sin embargo, pese a los casi 700 espectadores no hay caos, no hay desorden, más bien se siente un ambiente de fiesta, de alegría, de diversión, y todos, “los niños, los papás de los niños, y los papás de los papás de los niños” (como diría el inolvidable Cachirulo), nos aprestamos a disfrutar de la función de Emilia y su globo rojo.
Sin embargo, faltan aún 15 minutos para que inicie y el vestíbulo y la sala del Julio Castillo hormiguean de espectadores, muchos de los cuales se entretienen hojeando y disfrutado del programa de mano.
Sí, disfrutando, pues desde la entrada hay un grupo de personas que eficientemente lo entrega a toda la gente, que al verlo tan “pachoncito” (tiene 12 páginas) lo abre para descubrir que, ¡oh gratísima sorpresa!, está lleno de actividades lúdicas, pensadas especialmente en los infantes, pero que igual atrapan la atención de los adultos.
Pienso en la utilidad de ese papel, clasificado por los expertos entre las “publicaciones efímeras”, pero que con el paso de los años se ha convertido en documento invaluable para la historia del teatro.
Navegando en la red encuentro que el prestigiado teórico francés Patrice Pavis (autor de uno de los más célebres diccionarios del teatro) afirma que es casi imposible precisar cuándo y dónde nacieron los programas de mano, pero se tienen noticias desde la antigüedad clásica (Grecia y Roma) de documentos que cumplían una función similar a la de hoy: presentar la obra y el equipo creativo y técnico que le dan vida.
Pavis habla incluso de ejemplos concretos en la Inglaterra Isabelina y la España de los Reyes Católicos.
En ese mismo documento, titulado Letra, Imagen y sonido, publicado en la revista Ciudad mediatizada, en el año 2013 en Buenos Aires, Argentina, la autora, Sandra Sánchez cita el siguiente y divertido listado:
“[….]el programa de mano sirve como abanico, para hacerlo rollito durante la obra, de altavoz, para pedir autógrafos al final de la obra, hacerlo trompeta para abuchear al actor, para pegarle al espectador de enfrente porque no se calla, para taparse la cara por si uno se duerme durante la obra, enviar una nota a la chica de la minifalda que está sentada junto a usted, para que la chica de la minifalda se tape las piernas, de matamoscas, para que trabaje el servicio de la limpieza después de la función, para pegar el chicle en lugar de la butaca, para apartar tu lugar, hacerlo bolita para aventárselo al actor, de currículo para los artistas, para taparse la boca al estornudar o al toser, para saber a dónde cenar después de la función, para saber qué coche comprar, para tirarlo a la basura, para presumir a sus amigos que fue al teatro, para que la gente piense en el restaurante después de la obra que usted es muy culto, hacerlo avioncito o barquito de papel, para hacer más ruido a la hora de aplaudir, todavía no sabemos los resultados, pero creemos que puede ser un medio publicitario.”
A todas estas funciones hay que agregarle la que compañía Once-Once Producciones la ha dado y que tanto entretiene a su amplísimo público.
Emilia y su globo rojo, inspirada en el cortometraje Le ballon rouge, de Albert Lamorisse, está celebrando ahora su 20 aniversario en el teatro mexicano y lo están haciendo a teatro lleno.
Vaya una ovación para Jimena Saltiel de la Peña, Janeth Pérez Jardínez, Alejandra Robles, Paola Pasillas, y todo el equipo que integran esta compañía.
Aplauso obviamente para el equipo creativo de la puesta en escena: adaptación: Esmeralda Peralta y Leticia Negrete; dirección: Leticia Amezcua; música original, Iker Madrid; escenografía y títeres: Alicia y Eduardo Montes de Oca: iluminación María Vergara y Matías Gorlero; y vestuario, Emilio Rebollar.
Bravo también para los pequeños actores que alternan como Emilia y como el latoso niño que la tortura. Ellos son: Beba Cuervo, Fernanda Arcos Ruiz, Isabella Vázquez, Mía Antonella, Job Adán, José María Nieto y Nick Martínez; así como a los titiriteros que mueven todo el fascinante mundo de este mágico montaje: Ximena Blas Martell, Jheovardy Vences, Pilar Flores del Valle, y Judith Norieda.
Emilia y si globo rojo se presenta en el ya citado teatro Julio Castillo, atrás del Auditorio Nacional, los sábados y domingos de este mes, a las 12:30 horas
¡Vaya en familia y diviértase en grande!