Teatro de la diversidad

Ciudad de México /

El teatro --hemos escuchado muchas veces-- es un espejo en el que nos vemos reflejados. Algunos más, algunos menos, dependiendo de la historia se esté contando. Sin embargo, ahí nos vemos e identificamos.

Hay un teatro que va más allá del reflejo. Un teatro que se convierte en escaparate para que quienes cuenten en el escenario, sus propias historias, la que viven en le realidad. Muchas de ellas, como una posibilidad de mostrar y defender la diversidad existente.

He aquí cuatro botones de muestra:

Les desertores (documental escénico con infancias y juventudes trans) es una obra que nace del cruce entre el arte y la urgencia de visibilizar experiencias reales a través de un elenco queer que desafió el guion de género que les fue impuesto al nacer.

Escrita y dirigida por Laura Uribe, con dirección de arte de Sabina Aldana, esta propuesta del Laboratorio de Artistas Sostenibles, forma parte de la programación de Teatro UNAM en el marco del Orgullo PUMA 2025 y se presenta del 19 de junio al 6 de julio en el Teatro Santa Catarina.

La puesta en escena plantea una mirada crítica sobre temas como la identidad de género, el cuerpo y la disidencia, a través de los testimonios reales de sus protagonistas: Samantha Channel Cantú (12 años), Andrea Vázquez (15 años), Dan Nicolás (18 años) y Dan Escárraga (28 años), quienes toman el escenario para desenmascaran los guiones binarios que la cultura pretende imponerles; y aunque no son actores profesionales, actúan con honestidad y valentía.

Un trabajo extraordinario, que saca a la luz una situación que es mucho más frecuente que lo que imaginamos.

Desde su estreno en México, en octubre del año 2000, Los monólogos de la vagina impactó por la manera directa, valiente, honesta con que presenta un tema que debiera ser lo más cotidiano del mundo: la sexualidad femenina.

En aquel entonces, dos monólogos llamaron fuertemente la atención: La paparrucha en el país de las maravillas y La vagina que amaba hacer felices a otras vaginas. En ambos, la protagonista cuenta sus experiencias sexuales con mujeres, un tema que resultó especialmente comentado.

Ahora, un cuarto de siglo después y pese a los evidentes avances que ha habido en el pensamiento de la sociedad mexicana, aún existe una parte de los mexicanos que se espantan, condenan e incluso agreden a los integrantes de la comunidad LGBT+.

Y hay casos, como en el que se muestra en Para la libertad: México 68, en el que las agresiones llegan hasta los crímenes de odio.

La trama de este musical que hilvana canciones de Joan Manuel Serrat, se ubica en el México de 1968, y tiene de fondo el movimiento estudiantil de aquel año. En esta historia escrita y dirigida por Omar Olvera, uno de los personajes, Federico, llamado así en honor de García Lorca, es víctima del rechazo a las personas homosexuales, y entonces…

Ambas se presentan en el Nuevo teatro Libanés, Para la libertad: México 68, de viernes a domingo; y Los monólogos de la vagina, todos los jueves.

Y un cuarto ejemplo de la libertad que hemos alcanzado en el teatro sucede también cada jueves de manera ininterrumpida desde hace tres años (y desde hace una década en distintas temporadas).

Se trata de Las meninas, un verdadero fenómeno teatral que si bien no aborda un tema LGBT+ de manera directa, sí es una muestra clara de los avances que este asunto ha alcanzado en nuestro país.

Si alguien aún no las ubica contaré que Las meninas son –de acuerdo a esta divertida propuesta-- tres mujeres que habitaron en México en el siglo XVIII, y que fueron acusadas por la Santa Inquisición, de la que pudieron escapar gracias a un hechizo, que las dejó plasmadas en una pintura. Ahora, el hechizo se ha roto y las tremendas féminas están de vuelta para contar diversos episodios de la Historia de México, desde su muy agudo y jocoso punto de vista.

Lo singular es que dos de estas bellas damas son interpretadas por dos caballeros: Luis Huitrón, la da vida a la tremenda María Bárbara, y además escribe buena parte de los argumentos y dirige la escena, y Christian Escorcia, como la Tía Cecilia, quien por cierto en su actual espectáculo Los plebeyos también lloran, se roba la noche y recibe carretadas de aplausos.

Familias enteras ovacionándolos, divirtiéndose en grande, sin espantarse de nada y sin el menor asomo de morbo son muestra de los pasos que ha dado México en la aceptación de la diversión.

Disfrutémosla, aplaudámosla, y defendámosla siempre. No sólo en junio.


  • Hugo Hernández
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