En la colonia Roma continúa el boom de galerías de arte. Un caso especial es Claroscuro, ubicada en el número 142 de la calle Frontera. En este domicilio hay una exposición colectiva que no solo ocupa un espacio determinado, sino que las obras también fueron colocadas en paredes, pasillos y en la misma azotea del edificio, donde una artista neoyorkina, Jules Muck, plasmó una silueta femenina sobre un alargado muro.
Claroscuro es un proyecto de Jeannette Arévalo Angus, artista visual boliviana-mexicana, que en septiembre 1985, durante los sismos sucedidos en el entonces Distrito Federal, aún estaba en el vientre de su madre, mientras su papá, un neurocirujano oriundo de La Paz, estudiaba una especialidad en el Hospital la Raza. Vivían no muy lejos de la zona.
Algunas cosas fueron coincidencia en la vida de Jeannette, quien a los dos años de nacida fue llevada por sus padres a La Paz, Bolivia, tierra natal del matrimonio, donde ella estudió Diseño Gráfico y Comunicación Visual, profesiones que la hicieron volver al lugar donde había nacido.
Y fue en 2018 cuando regresó a su segunda patria, México, y contrajo matrimonio con un colega chilango. Desde entonces radica en la capital, donde en septiembre pasado, un mes infausto para los mexicanos, en especial para los capitalinos, dio a luz a Claroscuro.
En recientes meses y años se han percibido acelerados cambios en esta parte de la Roma, desatendida durante mucho tiempo, como secuela de aquel terremoto, y un caso especial es el inmueble marcado con el número 142 de la calle Frontera, esquina con Guanajuato, otrora vetusto ángulo.
—¿Y qué hace una boliviana en México?— es la recurrente pregunta.
—Soy hija de padres bolivianos; mi papá, neurocirujano, terminaba su año de internado allá por el 80, en el hospital de La Raza; mi mamá, ama de casa, cuidaba de mis dos hermanos mayores y a mí me llevaba en su vientre cuando ocurrió el inesperado terremoto del 85.
Tiempo después sintió aquello de cuando la “tierra llama", pues vivió en México hasta que cumplió dos años, ya que sus padres tenían otro propósito al en su retorno a Bolivia. Pero ella no.
—Y creciste allá…
—Mi niñez, adolescencia y años posteriores los pasé y crecí rodeada de mi rica cultura boliviana. Terminé la carrera y licenciatura en Diseño gráfico y Comunicación Visual, para luego dedicarme a las artes y a la fotografía y así seguir adquiriendo experiencia y conocimiento en México, a donde regresé en 2018 para emprender un nuevo vuelo.
—¿Por qué regresas?
—Mentiría si dijera que llego “de pura casualidad”, pero conocí a una persona de la que creí estar enamorada y fue una lección de vida; entonces me tocó, al igual que todos, pasar la pandemia, encerrada aquí en la capital, para luego regresar a Bolivia”.
—¿Y luego?
—Creí que me quedaría allá, con mi familia, mis amigos, mi núcleo de vida, pero no: regrese dos meses después a Ciudad de México, donde no quise darme por vencida tan pronto. No conocía mucho a las personas. Y aunque es cierto que hablamos el español, pero no el mismo idioma, y fue así como otra vez las redes jugaban un partido y conocí a Víctor, también diseñador gráfico y con muchos intereses en común; empezamos a conocernos más y más, para luego casarnos.
—Y vino otra etapa.
—Durante y después de casarnos aún no encontraba un lugar seguro, un cimiento que reconociera por qué estaba yo aquí; en ese tiempo realicé exposiciones en espacios públicos y privados, pero no era suficiente para mí. Y es que siempre quise comerme el mundo, y más aún porque mis padres, a mis hermanos y a mí siempre nos inculcaron un amor y respeto por México. Siempre quise ser parte de México y hoy me siento más mexicana que nunca.
—Y llegaste a este lugar.
—Llegué por invitación a Frontera 142, a exponer mis fotografías, y aquí vi el sueño que siempre quise: abrir un espacio de arte, una galería, montar obras de varios artistas, hacer sentir a la gente tan cercana que pueda ser un vínculo para que conozcan más de mi país a través de mí. Intento incluir actividades con la embajada de Bolivia o a los residentes.
—Y fue así como nació Claroscuro.
—Sí, el 5 de septiembre de 2024, nació un espacio dedicado a motivar, apoyar e incentivar el arte entre los artistas; que sepan que este lugar es tanto mío como suyo, pero dentro de un marco de respeto, responsabilidad y, sobre todo, de un trabajo de ambas partes. Creo que la etapa de "tú haces arte y yo vendo" ya pasó; ahora es el trabajo de ambos: dar a conocer la obra, gestionar, curar y montar para lograr un mismo objetivo.
—Y cinco meses de haber nacido esta criatura.
—Ya son cinco meses que continuamos por este camino, con este sueño, sumando a más personas y esperemos que sea por mucho tiempo más.
Es Jeannette Arévalo Angus, una mujer fraternal, amable, siempre risueña, que forma parte de una comunidad en este paisaje urbano que renace.
La galería Claroscuro está abierta a todo tipo de manifestaciones artísticas, con especial énfasis en la fotografía, ya que en Ciudad de México, de acuerdo a la opinión de Jeannette, no hay muchos espacios para este tipo de expresiones; por eso, entre otras, hay imágenes digitales que reflejan vibraciones del agua en diferentes zonas; aunque esta vez resaltan obras de dos escultoras que trabajan el bronce, la obsidiana y el barro, como son Perla Arroyo y Victoria Chávez, cuyas obras fulguran en el centro de la sala.