Viviendas que surgieron de los escombros

Ciudad de México /

Los departamentos, de 52 metros cuadrados, fueron construidos en diferentes predios de la colonia Guerrero donde ahora conviven muchos adultos que en aquellos tiempos, cuando eran niños, ayudaron a edificar sueños sobre ruinas.

Los testimonios son de vecinos beneficiados y del propio Toño Paz que, junto a su esposa Dolores Gutiérrez, fundó Campamentos Unidos, un hecho sin precedente que significó una verdadera hazaña, pues “fueron quimeras que se hicieron realidad”.

Entre las beneficiadas estaba Hortensia Velázquez, ahora de 74 años, quien vivía con sus tíos en departamentos rentados en la calle de Mina, donde ya habían recibido amenazas de desalojo por parte de los dueños. Entonces llegó el terremoto.

Han pasado 39 años. Todavía recuerda aquellos momentos en su departamento de la calle Zarco número 67, inaugurado en febrero de 1989, cuando ella y unas amigas observaron a otras señoras que empujaban carretillas y cargaban botes de cemento.

“Ay, mira, lo que es la necesidad”, le comentó Hortensia a una de sus amigas, sin imaginar que después todas ellas también harían lo mismo, pues la curiosidad las llevó a preguntar y entonces escucharon los detalles de aquel novedoso proyecto de vecinos organizados.

Y pronto ellas hicieron lo mismo, pues sus departamentos habían sido cuarteados por los sismos y corrían el riesgo de que en cualquier momento les cayeran encima. Entonces se sumaron al proyecto y de inmediato comenzaron a colaborar con los albañiles, ¨porque les pasábamos que la mezcla, que la varilla…¨

Durante meses, incluso años, armados de picos y palas, levantaron los muros de sus futuras moradas, como también lo hizo María Belem Velasco Mendoza, quien tenía 25 años de edad.

Ella vivía en un inmueble de la calle Mosqueta, pero quedó muy deteriorado, de modo que, como miles de habitantes, buscó vivienda digna.

María Guadalupe Hernández, ahora de 60 años, tenía 26 de edad en 1985; ocupaba un departamento situado entre las calles de Lerdo y Camelia; meses después se cambiaría a Zarco 69, interior 2. Además de sus empleos formales, en los que cumplían un horario, ella y su esposo tenían que trabajar en la construcción de un nuevo hogar.

El matrimonio tenía dos niños, de 4 y 2 años. “Entonces mi esposo y yo trabajábamos”, recuerda, además de cumplir 6 horas diarias para poder tener acceso a sus viviendas.

—¿Qué siente tener una vivienda en la que usted participó para edificarla?

—Fue una emoción muy bonita, porque aquí era un terreno baldío. Ahora les platicamos a nuestros hijos nuestra participación: desde cavar, para que después entraran los cimientos, y luego meter tezontle, meter el tepetate, y luego compactábamos con una tarima.

Otros vecinos, en cambio, esperaron a que el gobierno los apoyara a través de Renovación Habitacional, como se conocía al proyecto oficial, pero los integrantes de Campamentos Unidos hicieron honor al nombre.

Ellos recibieron ayuda tanto de la Cruz Roja mexicana, como de la alemana y la Internacional. También se les unió la Federación Internacional de Fútbol, FIFA, y otras organizaciones de Estados Unidos; de Cáritas de Monterrey y de la agrupación irlandesa Gansos Salvajes.

—Y finalmente tuvo su propio inmueble.

—Sí, sí, sobre todo que nosotros salimos más beneficiados porque nuestra vivienda está muy bien hecha, muy bien construida. No son ladrillos huecos, ni nada de eso. Todo se construyó y se construyó muy bien.

—Y más amplias que las oficiales.

—Sí, con dos recámaras, baños, su cocina, su patio de servicio y su salita-comedor. En mi caso el trabajo fue arduo y con la ayuda de Dios.

—Codo con codo.

—Fue una comunicación, una convivencia muy bonita, porque fue el estar por iguales, tanto maestros de obras como albañiles; nosotros, como los interesados de la vivienda, y ellos como arquitectos de las universidades y de organizaciones extranjera.

Flavia Tavera Hernández, de 76 años, vivía en la calle de Lerdo 63, pero el inmueble salió dañado durante aquellos sismos.

—¿Qué siente vivir en un hogar que usted y su esposo ayudaron a construir?

—Siento mucha satisfacción, mucha alegría, porque en realidad, en comparación de donde vivíamos a donde estamos ahora, pues estamos en la gloria, gracias a Dios y a nuestra organización que nació el 14 de octubre.

Su ahora vecina, María Esther Islas de León, vivía en la calle de Mina 92, interior 15, donde nació hace 76 años, pero el edificio resultó dañado con los sismos. Fueron a la entonces delegación Cuauhtémoc, pero no le hicieron caso, por lo que recurrieron a Campamentos Unidos, cuyo dirigente, Antonio Paz, les advirtió: “Pues aquí hay que trabajar; aquí es de trabajarle duro”.

Y así lo hicieron.

Y desde entonces viven entre muros seguros, con la solidaridad de profesionales universitarios y del IPN, además de la ayuda internacional, todos organizados por Vecinos Unidos, el colectivo que permanece como ejemplo de organización ciudadana, cuyo dirigente, Toño Paz, quien escribió en Cronología de un sueño:

“Fortaleza de las voces, la frescura de su inventiva, aliento que vislumbró el germen de una fecunda hermandad orgánica que se reprodujo y sigue fructificando”.

  • Humberto Ríos Navarrete
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