Mi encuentro con Carlos Zamarripa

León /

El Estado soy yo

Con el inicio del próximo mes de enero, según se ha anunciado, culminará la era Zamarripa al frente de la Fiscalía de Guanajuato. Se trata de una salida anticipada, su último nombramiento concluiría en cuatro años, en el 2028. Se va antes, porque así lo decidió, antes había decidido su permanencia en sus formas y estilo. Para ser exactos él ha decidido prácticamente todo lo relativo a su posición desde su llegada al cargo en el año 2009. Ese fue el tamaño de un poder que supo cultivar gradualmente hasta superar al que podía tener cualquiera de los tres gobernadores con los que compartió el cogobierno estos quince años, un súper poder cuyo límite visible fue decidir cómo y cuándo salir de la estructura estatal ¡un verdadero privilegio en su condición de servidor público!

Con su renuncia, el también llamado fiscal eterno, deja el despacho de Cervera, su despacho. Un edificio que le retrata en muchos sentidos e incluye desde una placa colocada a la entrada con texto apologético hasta una infraestructura que supera a cualquier otra dependencia estatal. Quienes tuvieron la oportunidad de visitar y recorrer instalaciones con la guía del Fiscal fueron testigos de infraestructura de primera calidad, equipos y tecnología elementos que en su conjunto permanecen como parte de la lectura del poder del atípico fiscal, un poder que ingenuo será pensar se acaba con renuncia.

Desde el activismo y acompañamiento a mujeres y sus familias sobrevivientes de violencia la interlocución con el fiscal era prácticamente imposible, una política de comunicación institucional conocida y validada desde las esferas del gobierno estatal quien gobierna, vivía en Cervera.

El intercambio de diálogos y posiciones era apenas por medios de comunicación, siempre en tono impersonal y escueto, entonces como ahora, resultaba más sencillo de conocer la postura del gobernador en turno ante una exigencia de justicia que conocer la voz del fiscal. Los gobernadores como voceros de Carlos Zamarripa. Este último siempre dueño de sus palabras y silencios, lejano a los reclamos sociales y de cualquier índole, alguna vez un diputado me compartió “frente al fiscal todos somos súbditos, hasta los diputados…y tampoco creas que le hace mucho caso al gobernador”. Una regla no escrita que en estos años se confirmó como secreto a voces.

El fiscal que nadie fiscalizó

Con motivo de su polémica salida para esta entrega he decidido recuperar de mi memoria el único encuentro que tuve con el polémico fiscal en el año 2013 en el contexto del acompañamiento que en aquel momento realizaba a una madre de familia a quien le habían asesinado a su hija y simultáneamente desaparecido a su nieta de escasos meses de nacida. No se trató de un asunto más, estoy convencida con el paso de los años que el feminicidio de Laura N. en el municipio de León se trató de uno de los casos que con mayor claridad y contundencia reunía a todos los elementos de omisión y negligencia del Estado que nos remite a aquella frase tan repetida desde el activismo feminista: la mató el Estado.

Fue en el mes de octubre de ese año que Laura N. fue asesinada a manos de su ex pareja, al conocerse detalles del caso en la mayoría de los medios de comunicación se podía leer “fue asesinada a pesar de que denunció violencia intrafamiliar”, “MP ignoró 7 denuncias de víctima de feminicidio”, “Ineptitud del MP en León deriva en feminicidio”, “El caso de Laura N exhibe a la Procuraduría”, uno más, igual de contundente: Indigna a León nuevo feminicidio; la víctima había denunciado a su asesino.

Adicional, debemos traer a la memoria que ese año 2013 durante el joven sexenio de Miguel Márquez se registró la antesala del repunte de la violencia contra mujeres y niñas en prácticamente todo el territorio. En la actualidad se puede dar lectura a los datos con esa línea histórica ascendente. Nuestro escalofriante y violento entorno se gestó y alimentó desde los silencios que eran interrumpidos por las movilizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación no oficialistas. El movimiento se hizo presente frente al silencio del poderoso fiscal.

El feminicidio de Laura N. escaló de forma veloz a la cobertura e interés de los diarios nacionales que para entonces ya daban cuenta de lo que estaba ocurriendo en Guanajuato en materia de violencia feminicida. Las omisiones de las autoridades local y estatal, la brutalidad del feminicidio y la desaparición de su menor hija a manos, presuntamente, de la abuela paterna generó reacciones masivas de empatía con la familia de la víctima y una presión importante de activistas, funcionarias y medios de comunicación. El silencio del fiscal, permanecía.

De escucha selectiva, Carlos Zamarripa tuvo en la omnipotencia que le caracterizó el poder de decidir qué, a quienes responder y atender. Fue el caso de la familia de Laura N. El fiscal no accedió a entrevistarse con ella aún y cuando estaba documentado a los pocos días las omisiones de la dependencia que él encabezaba. La madre-abuela buscó en varios momentos por sus propios medios una cita con él, en su objetivo nunca pasó del acceso de las oficinas de Cervera. En alguna ocasión fue atendida por otros funcionarios que poco o nada le resolvieron, la tarea era contener la presencia de la activa sobreviviente en medios de comunicación.

En esa coyuntura es que con la autorización de la madre de la víctima y gracias a la intervención de un grupo de diputadas, es que pude entrevistarme con el eterno fiscal. Ella, la madre de Laura y abuela de una nieta desparecida estaba agotada, temerosa y profundamente decepcionada de las autoridades. De todas estas emociones en aquel momento de la entrevista la mayor de todas era el miedo, de ahí que me pidiera que yo acudiera.

Le preocupaban sus otros hijos, sus nietos y la autoridad le representaba mayor desconfianza que seguridad. Recuerdo que al avisarle que estaba por entrar a entrevista sus palabras fueron: Cuídate mucho, avísame cuando salgas. Era evidente que temía tanto de la autoridad como del feminicida.

A esa cita acudí acompañada de legisladoras y una representante del gobierno estatal. Fuimos recibidas en punto de la hora programada en el gran despacho del fiscal al que llegamos después de pasar varios filtros y presencias acompañando los muchos accesos.

Una cita que no superó la hora, tiempo suficiente donde le externé el camino de indolencias y omisiones que había transitado Laura N. en la dependencia que él dirigía y que no era distinto al que recorría en esos momentos la madre-abuela denunciante, quien para esos días tenía como exigencia principal la búsqueda de su nieta quien estaba por cumplir un año. A cada una de mis palabras, un gesto de seriedad que aumentaba cada vez para acercarse a la molestia. Esa molestia que es propia de aquello que no toleras y que te es enojosamente ajeno, casi insignificante.

A distancia, el rostro del omnipotente fiscal, gesto rígido, manos ubicadas en descansos de un sillón individual, una pierna cruzada desde la masculinidad que expresa el poder con cada parte del cuerpo. Molesto, incomodo y obligado, así escribiría el encuentro desde el cuerpo y la escueta voz del fiscal. Su cuerpo y sus gestos con mayor sonido que su voz.

Durante la conversación, quienes me acompañaban tocaban ligeramente mi mano para indicarme que era suficiente lo expresado y solicitado al señor fiscal: ¡que aparezca la hija de Laura y que haya justicia para ellas! Era suficiente, y no había razón para permanecer mayor tiempo en un espacio donde hasta el aire era administrado por el anfitrión.

Ellas, quienes me acompañaban, contaban con cargo visible y un útil fuero, sin embargo, tenían más miedo que la madre de Laura y yo juntas. Ellas que eran la autoridad atendían a lo que más adelante me comentaría el diputado: “frente al Fiscal, todos somos súbditos…”.

La reunión concluyó con el compromiso de encontrar a la menor. Pasarían pocas semanas después de ese encuentro para que la Fiscalía, antes Procuraduría, de Carlos Zamarripa la presentara y entregara a la familia materna.

La ubicaron después de varios meses de búsqueda. Fue encontrada a punto de cumplir un año de edad. Había sido separada de su madre a los cuarenta días de nacida. Su hallazgo fue solo una dosis de justicia para la abuela: el daño estaba hecho.

Eran los años donde comenzaba a gestarse la era Zamarripa, y desde entonces, como en el presente, en Guanajuato él decide. 

  • Iovana Rocha
  • Activista insistencialista, feminista de lo cotidiano y aprendiz de la prosa intimista. Escribo sobre las historias de vida de las otras mujeres como un acto de justicia y transgresión.
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