Borges publicó varios libros en colaboración con algunas de sus amistades.
Los más famosos son, claro, aquellos que trabajó con Bioy, sobre todo los cuentos policiales amparados bajo el seudónimo común de H. Bustos Domecq.
Otros personajes menos conocidos con los que consumó libros “en colaboración” fueron Luisa Mercedes Levinson (madre de Luisa Valenzuela), Delia Ingenieros, Margarita Guerrero, Betina Edelberg, Alicia Jurado y María Esther Vázquez. Con Estela Zemborain de Torres consumó uno de los menos famosos: Introducción a la literatura norteamericana, de 1967, cuya primera edición aquí tanteo.
Una de las preguntas que me hago sobre este tipo de libros es la más simple: ¿cómo trabajaba JLB “en colaboración”?
Quizá haya un buen objeto de estudio académico tras la pregunta, pero a falta, por hoy, de una respuesta clara no me queda otro camino que la suposición: imagino que él encargaba buscar y confirmar datos, quizá le releían algún pasaje, y a partir de allí, apoyado en su portentosa memoria, dictaba.
Esto lo pienso porque sus libros a cuatro manos siempre exhiben, asís sea tenuemente, su estilo, las maneras ya conocidas de su sintaxis, principalmente de su adjetivación.
Como jamás la he visto a la venta, supongo que Introducción a la literatura norteamericana no ha sido reeditado.
En este libro, breve como todos los libros de Borges, recorre con apuro enciclopédico los nombres más famosos de las letras yanquis, y a las carreras se detiene en algunos para desarrollar ideas muy generales sobre sus biografías, obras y estilos.
Es evidente que la literatura de EUA le merecía mucho respeto y afecto, tanto incluso como la inglesa que, es sabido, gozó de su mayor consideración.
Los autores que más destacan en la valoración son Franklin, Cooper, Hawthorne, Poe, Emerson, Thoreau, Whitman, Melville, Wilder, Faulkner, Hemingway y Capote, entre otros.
En cada cual, insisto, se detiene un ratito y sólo para dar una pincelada que lo describa a la velocidad de una página.
No es ni será un libro clásico de Borges, pero, como todo lo suyo, un valor sí tiene: en este caso orientar una posible ruta de lectura para quienes apetezcan recorrer poco más de dos siglos de literatura yanqui, una literatura que ciertamente ha sido, y todavía es, más que atendible.