Siete estrofas de amor

  • Ruta norte
  • Jaime Muñoz Vargas

Laguna /

De casualidad en este febrero releí El “Fausto”, de Estanislao del Campo (Buenos Aires, 1835-1980). 

Es, como cualquiera lo sabe, uno de los primeros libros de la denominada poesía gauchesca, quizá el primer conjunto de obras literarias con marcado acento hispanoamericano. 

Por sus formas y su compacidad temática sólo podría compararlo con la novela de la Revolución Mexicana.

El “Fausto” es un poema narrativo. Aborda el encuentro en el campo entre don Laguna y el Pollo, dos viejos amigos. 

Tras los saludos de rigor, el Pollo le cuenta que fue a la capital y en el teatro Colón vio una obra. La representación no fue otra que el Fausto, de Goethe, en la adaptación de Gounod. 

Don Laguna se interesa en saber qué vio, así que el amigo le comparte el resumen de la historia que ya conocemos, aquella en la que el viejo Fausto ama a una joven inalcanzable, y la aparición y la promesa del diablo para que, mediante un trato bien conocido, aquella relación con la muchacha pueda llegar a su consumación.

La gracia del poema está en que sigue los pormenores de la obra goethiana en un estilo inocente, impregnado de conmovedora rusticidad. 

El gaucho que cuenta apela a su experiencia para detallar el contenido de la obra. 

La parte que más me gusta está en la sección IV, y es una descripción de lo que puede sentir cualquier enamorado no correspondido. Son siete estrofitas compuestas en verso octasilábico rimado abba. El signo “//” es salto de estrofa. Vean lo bueno y cierto que es:

“Cuando un verdadero amor / se estrella en un alma ingrata, / más vale el fierro que mata / que el fuego devorador. // Siempre ese amor lo persigue / a donde quiera que va: / es una fatalidá / que a todas partes lo sigue. // Si usté en su rancho se queda, / o si sale para un viaje, / es de balde: no hay paraje / ande olvidarla usté pueda. // Cuando duerme todo el mundo, / usté, sobre su recao, / se da güeltas, desvelao, / pensando en su amor projundo. // Y si el viento hace sonar / su pobre techo de paja, / cree usté que es ella que baja / sus lágrimas a secar. // Y si en alguna lomada / tiene que dormir al raso, / pensando en ella, amigaso, / lo hallará la madrugada. // Allí acostao sobre abrojos, / o entre cardos, Don Laguna, / verá su cara en la luna, / y en las estrellas, sus ojos”.


@rutanortelaguna

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