Un espaldarazo al caos

  • Ruta norte
  • Jaime Muñoz Vargas

Laguna /

El galicismo boutade es definido por el diccionario académico como “Intervención pretendidamente ingeniosa, destinada por lo común a impresionar”; otro lexicón establece que es una “Afirmación chocante más o menos paradójica e ingeniosa”. 

Así pues, una boutade es lo que en términos coloquiales podemos denominar “ocurrencia” con el sentido de frase ingeniosa. 

Un ejemplo podría ser éste: “Las personas muy ordenadas en realidad son flojas para buscar”. 

Hay ingenio aquí, claro, aunque sólo sirva para respingar cuando nos regañan por desordenados, por caóticos.

La antinomia orden-desorden está presente en todos lados, tanto en las creaciones de la naturaleza como en las del ser humano. 

Para mí es obviamente más visible en el plano del homo sapiens: nuestras obras creativas, las obras que conforman nuestra civilización, tienden al orden pero en el fondo han sido gobernadas por el caos. 

Se da pues en ellas una oscilación que podemos reducir a la fórmula sarmentina “civilización y barbarie”, donde la primera busca el orden, la sujeción, la previsibilidad, mientras la segunda tiende a lo contrario.

El libro La obsesiva realidad del caos (Ayuntamiento de Torreón, 2024, Torreón, 87 pp.), de Raúl Blackaller Velázquez (Torreón, Coahuila, 1977) reflexiona sobre el caos y su envés durante ocho ensayos hermanados por el tema, el tono y la extensión. 

Si alguien se asoma al índice sentirá que son diez las piezas que lo configuran, pero en realidad noto que el primero y el último tienen espíritu de prólogo y epílogo, respectivamente, aunque no estén encabezados por estos rótulos.

Es, si no me equivoco, el primer libro de este autor lagunero, de ahí que sea pertinente compartir su semblanza. Blackaller es licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Coahuila y maestro en Educación por la Universidad Iberoamericana. 

Tiene más de 25 años de experiencia docente, en la que ha impartido clases de literatura, historia, ciencias sociales y filosofía. 

A lo largo de su trayectoria ha compartido artículos y ensayos en diversos medios, como la plataforma digital Substack, donde explora temas educativos, estrategias de aula y experiencia como docente.

De entrada debo consignar que La obsesiva realidad del caos es un libro multidisciplinario, convocante de saberes misceláneos relacionados con la ciencia, la lingüística, la educación, la filosofía, la sociología, la antropología, la tecnología, la economía, la política y aún de otros menos rigurosos y más bien creativos como el cine, el periodismo y en general los divulgados por los medios de comunicación. 

Una de sus virtudes radica en que, ceñido a la mejor tradición del ensayo, esencialmente antidogmática, no se plantea como respuesta, sino como dinamo de peguntas e inquietudes, como sacudimiento de nuestra adormilada y acomodaticia percepción de la realidad frente a un caos que debería infundirnos una permanente curiosidad por ver lo que hay del otro lado de las costumbres, los hábitos, las inercias y, en suma, la educación que recibimos para encincharnos en sistemas que nos malacostumbran a la pereza analítica que es el otro nombre de la alienación y el sometimiento. 

Por esto, debo decir que La obsesiva realidad del caos es un libro exigente y muy difícil de compendiar por su rica enciclopedia.

Una idea global de La obsesiva realidad del caos, harto simplista pero creo que eficaz si nos atenemos a los alcances de esta reseña, puede articularse en el párrafo que comenta el juego de los legos, que por cierto tuve la suerte de practicar con mis hijas. 

A propósito de lo expuesto por Blackaller, allí no queda duda de que el caos de las piezas incita nuestro ingenio, las infinitas posibilidades de la creatividad humana frente al mecanicismo de los sistemas atornillados a un solo orden.

En suma, vuelvo al final de mi recorrido a la boutade con la que arranqué estos párrafos: el orden ilusorio en el que vivimos es sólo una coartada de nuestra resignación y nuestra flojera para pensar. 

Destruyamos, cuestionemos todo y que el caos sea un permanente e imaginativo motor de la creatividad.

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