Con la serenidad que le caracteriza como productor de histerias colectivas, mi Kike Krauze afirma en su Twitter (donde solo quienes le bolean los cacles como Memito Cheridam pueden interactuar con el intelectual hambriento de apapachos), que “Si el INE avala la sobrerrepresentación, los legisladores sepultarán a la República”. Hasta podías escuchar los acordes tristes de los Violines de Villafontana. O sea, ni las siete plagas de Egipto, la maldición de Babe Ruth, la condena de los Kennedy y la Revancha de Moctezuma se atrevieron a tanto.
Este ejercicio de melodrama reguetonero se enmarca en una de las más admirables capacidades de la derecha internacional, pero que encuentra en la derechairiza mexicana demostraciones sublimes: el agorerismo del desastre con vistimización incluida. Si esto fuera disciplina olímpica, los conservas en almíbar serían los Usain Bolt del apocalipshit now estilo Nostradamus. Pero mientras el mítico profeta hablaba de terribles armagedones de manera abstracta, nuestros opositores plantean a la venezolanización como la forma más concreta del fin del mundo. ¡Ah, Caracas!
Y ahí tenemos a la Rabadán, Kinky Téllez y Jelipillo CaleRón que, en representación de estos nada delirantes pensamientos ultraderechosos, arrojando presagios terribles con los ojos de toro loco por el advenimiento de arepización de la patria, que significará el fin del México de la dictadura perpetua bajo el yugo de la dictadura macuspánica. O sea, sí te espantan bien gacho cuando se ponen como la niña de El Exorcista presagiando estertores impíos por culpa del comunismo desatado y hasta te dan ganas de entregarle todos los recursos energéticos a Iberdrola, Odebrecht y Exxon. Bueno, es tan espeluznante la visión trágica que te pintan Alazraki y los paleros de Alazraki, el ChikiliQuadri, Pedro Ferriz, Cascabel Hernández, Aristegui, Loret y Brozo, el Trujillo derechoso, que hasta te dan ganas de afiliarte al PRIAN. No se rían.
A Krauze, admirador moral de Trump, Bukele, Fujimori y Milei (el detector de comunismo de mi Javi está mejor calibrado que el de mi Kike), libra valiente batalla contra la sobrerrepresentación a la que contempla como el Santo Grial de los chairos. Sus reflexiones se alejan de Octavio Paz y se acercan a Vicente Vox. Hay que aplaudirle al intelecuál que pastorea a una fanaticada que pasó de lo progre buena ondita al prianismo recalcitrante, su transformación en el Mohni Vidente de los derechairos.