Ya me imagino la carita de alegría que hizo Ricky Anaya —ese pequeño valet parking en la Loca Academia de Miramones— cuando se enteró a través del New York Times (que es como Letras Libres pero más cotorro) que prácticamente agentes estadunidenses habían tomado el control de la persecución del crimen organizado, y que el trumpismo tiene una lista negra de políticos mexicano que se van a quedar sin poder ir a Disneylandia ni de shopping a San Antonio.
Lamentablemente todo fue desacreditado en principio por la presidenta Sheinbaum y luego por el propio gobierno yanqui y apoltronado en el cajón de los delirios ultraderechosos donde están los seudoreportajes de Tim Golden, que es como el Cascabel Hernández gringo.
Esto le ha de haber caído como un aberrante quitarrisas al Anayita, maestro en la reproducción mágica de naves industriales, que como todo fan de fachilandia ya se quería vestir de Rambo para recibir al nuevo embajador de Trump en México, y ponerse a sus órdenes. Como Ronald D. Johnson tiene amplia experiencia en esto de desestabilizar gobiernos (lo hizo en El Salvador, Afganistán e Irak) así que dudo mucho que —en el caso de ser esa su misión— reclute a tontos inútiles, perdedores de campeonato y seres de tan baja autoestima que hasta creyeron en Xóchitl Gálvez. Mal se vería mi Ronald en juntarse con gente como este colectivo de juniors tóxicos, de esos que están en el PRIAN, esa chusma que ni un triste compló sabe hacer bien.
No se le vaya ocurrir al Ronald juntarse con personajillos mediáticos ultraderechosos como Raymundo Rivapayacho que por andar diciendo que con AMLO hubo casi tantos muertos como en la guerra de Secesión, La Guerra de los Mundos, La Guerra de los Roses, la Segunda Guerra Mundial y la toma de Zacatecas. Por eso Viri Ríos le tuvo que decir que no mintiera, que esos datos no los tiene el Inegi. Habría que recordar que para ese cñor periodisto, “la verdad es irrelevante”.
Si el nuevo embajador va a ser un agente desestabilizador como dicen las malas lenguas, tiene que ponerle cruz cruz a los aportes tóxicos de Kinky Téllez, aunque sea más entreguista que los paleros de Alazraki. A lo mejor la arrebatada señora exageró todavía más sus arrebatos (fue absolutamente irrespetuosa en el homenaje a Pepe Mujica, la muy jija de su Darth Vader), a ver si Mr. Johnson la convertía en la Mata Hari panista. No se rían. Sería como declarar a Anaya como el nuevo Tom Cruise, una misión imposible solo para Kike Krauze.