La ministra Piña en los yunaites

Ciudad de México /

Con todo comedimiento, la Ministra Piña se fue a Estados Unidos prácticamente a pedir, como buena patriota que es, lo mismo que han exigido Kinky Téllez, Markitititito Cortés y varios más: que los gringos manden los marines a México por el Bordo de Xochiaca para acabar con el maldito comunismo de la Cuarta transformeichon. Una noble aspiración la de la distinguida impartidora de injusticias, que está empeñada en mantener, como debe ser, la dicha inicua de vivir al estilo de Elon Musk, bajo la idea de que la democracia está sobrevalorada. Y que es tan irrelevante como la verdad, diría Raymundo Rivapayaso. Los magistrados tienen todo el derecho a aspirar a tener una casa chiquita de 300 hectáreas con playa privada como la del espartano Alitito Moreno. O como la finca que se compró en qué elegancia la de Francia, el alto jefe de CFE en los tiempos de mi licenciado Peña, Javier Gutiérrez Becerril, según cuenta el reportaje de Salvador Fraustro en Milenio, con dineros obtenidos de manera muy dudosa, “cuando aún se desempeñaba como subdirector de Modernización y Nuevas Áreas de CFE y solo 10 días después de que la paraestatal adjudicó el contrato de construcción del gasoducto Conector Waha, por varios cientos de millones de dólares, a WhiteWater Midstream (WWM), empresa de Matthew Calhoun, un socio en negocios eléctricos de Gutiérrez”.

Como quiera que sea, todo hubiera estado todavía más bonito si la célebre ministra que es champú y acondicionador al mismo tiempo (domina la Tremenda corte y la Judicatura con la fuerza de su mano ultraderecha), no se hubiera equivocado ostensiblemente durante la lectura de su discurso, casi tanto como Xóchitl Gálvez sin teleprompter, con risas nerviosas incluidas, bajo el cobijo de la bandera de las barras y las estrellas.

Eso sí, se le agradece a la señora Piña que ni siquiera intentara ponerse como Cascabel Hernández quejándose amargamente del sátrapa de Macuspana con ojos de toro loco, echando humo por las orejas y con cara de madrastra de Blancanieves. Si no fuera por el peinado, uno hasta creería que Hernández imita a Denise Dresser regañando a los moneros del bienestar por no pensar como ella, que le quitara las cadenas a los mexicanos, pero no las cadenas de esclavitud tradicional.

Encantador, pero alguien tendría que tener la piedad de decirle a la dama de la toga, que esa clase de puestas en escena ya no funcionan y terminan por transformarse en combustible para la memecracia.


  • Jairo Calixto Albarrán
  • jairo.calixto@milenio.com
  • Periodista producto de un extraño experimento cultural-social-educativo marxista, rockero, populachero, libresco y televisionudo / Escribe de lunes a viernes su columna "Política cero"
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