El controvertido asunto de le boxeadore argeline, que le rompió la nariz a la boxeadora italiana en los Juegos Olímpicos, me ha hecho pensar en la ley trans española, que ya existía en Escocia hasta que se sublimó en un drama psiquiátrico colectivo que obligó a la ministra principal, Nicola Sturgeon, a dimitir.
Lo que antes se desanudaba diciendo “es una boxeadora un poco hombruna” o “es un boxeador ligeramente afeminado”, dos incorrecciones tremendas, ya lo sé, ahora se reanuda y se complejiza en un laberinto terminológico, moral, redicho y cursi, que deja a le boxeadore argeline perdide en una gravosa indefinición en la que caben, por igual, teorías y majaderías.
La autodeterminación de género queda definida así (en España, pero la ola es planetaria): “reconoce la voluntad de la persona como único requisito para cambiar de sexo en el Registro a partir de los 16 años”. Es decir: soy, y la ley me ampara, lo que creo que soy, al margen de lo que los demás perciban de mí.
La disforia sexual, la discordia entre la identidad de género y el sexo biológico que padecen algunas personas, ya existía, y era atendida por el Estado antes de esta ley que se aplica, con el mismo rigor a disfóricos y a entusiasmades con la transmigración sexual, sin más credencial que su creencia. Les entusiasmades que luego se arrepienten y pasa lo que ya pasó en Escocia con les chiques, que se entusiasmaron en su momento, y que ahora exigen al Estado la devolución de su sexo biológico.
El individualismo feroz que promueven las redes sociales, la ilusoria importancia del paladín virtual que se autofotografía, con bochornosa desvergüenza, en Instagram, lo invita a creer que él es lo que cree que es, no lo que es, lo cual es profundamente cervantino (no es casualidad que el gobierno español se apuntara, con tal furor, a la Ley Trans), si pensamos en el Quijote, ese hombre que se creía un caballero andante, montado en su corcel con su reluciente armadura, cuando el resto del mundo lo que veía era un viejo, montado en un jamelgo, con una bacinica en la cabeza.