“No siempre puedes obtener lo que deseas”, sentencian los Rolling Stones en una de esas canciones (“You Can´t Always Get What You Want”) que lleva escondida una perla filosófica en el humus de su palabrería.
La historia que nos cuentan es bastante simple y más bien mafufa: hay una mujer fantasmal, con un hombre sometido a sus pies que, al contrario de lo que hace Jesucristo, transubstancia el vino en sangre y esta fantasía erótico-cristiana se contrapesa con un hombre enfermo que se encuentra Jagger en la farmacia, lo cual nos sitúa entre los machos derrotados y la vampira sádica que lleva “un hombre desangrándose en su copa” (in her glass was a bleeding man).
No es casual que el álbum que contiene esta canción se llame “Let it Bleed”, déjalo sangrar, una proclama que, al margen de su halo junkie, parece mucho más sofisticada que aquella de “Let it Be”.
En medio de este panorama narrativo, que podría haber rodado David Lynch, brilla la perla que articula el estribillo: no siempre puedes obtener lo que deseas pero, si lo intentas (“if you try”) podrías obtener lo que necesitas (“you get what you need”).
Uno de los cauces de la vida pasa por ese margen que hay entre lo que deseas, lo que quieres conseguir o lograr, y lo que necesitas, lo que te hace falta pero que, no necesariamente, va a gustarte tanto como lo que deseas.
Desear es, dice Aristóteles, “la apetencia de lo placentero”, y lo que necesitas tiene que ver con lo que te hace falta; la necesidad, decía Schopenhauer, otro filósofo, es “carencia, o sea dolor”.
Lo que hacen los Rolling Stones en esta célebre y extraordinaria pieza es un llamado a la sensatez y a la ecuanimidad: si no puedes conseguir lo que deseas, no desesperes ni enloquezcas, concéntrate en lo que necesitas, que normalmente sale a la luz, como un efecto secundario de la persecución del deseo.
El final es bastante explícito: cuando no puedas conseguir lo que deseas, aférrate a lo que necesitas, “haz eso” (“do that”), es lo último que dice Mick Jagger en esta canción.