Después del primer concierto que Oasis dio en México, hace veintitantos años, José Álvarez y yo recalamos en la fiesta que ofrecían en el hotel Four Seasons. El salón era ideal para el banquete de una boda, pero con un equipamiento más modesto: una mesa larga repleta de bebidas y sillas y sillones puestos a lo loco; parecía el escenario de una pachipeda en un garage de Manchester. Liam Gallagher comparecía, ya rigurosamente pachipedo, recostado en un diván, con una cerveza en la mano, traje de futbolista y chancletas Havaianas, ignorando a un trío de admiradoras que querían llamar su atención. En cambio su hermano, Noel, estaba ahí medio sonriente, y medio taciturno cuando miraba de reojo a Liam, que en cualquier momento podía hacer una trastada típica de su oficio: lanzar un sillón, o a una de las chicas que lo atosigaban, por el enorme ventanal que daba al Paseo de la Reforma.
Con Noel criticamos las horribles litografías que decoraban el salón y luego el tema viró de las litografías a la musicografía, y lo que dijimos fue registrado por una pequeña grabadora que José, hombre de radio, llevaba escondida en un bolsillo. “¿El rock es arte?”, pregunté, por provocar, en lo que Noel encendía un cigarro con la colilla del que acababa de fumarse. “El arte no existe”, respondió. “No existe en el rock, en Oasis, o en general”, quise indagar. “No existe, el arte no existe”, me dijo con unos ojillos que bien podían ser el preámbulo de una carcajada, o el aviso de que iba a soltarme un mamporro. “Entonces, ¿qué hace Oasis?”, pregunté. “Música”, respondió secamente. “¿Y la música no es arte?”, insistí. “La música es música”, sentenció, mientras los tres mirábamos cómo una de sus admiradoras le robaba a Liam la Havaiana del pie izquierdo. ¿Y la música de Mozart o de Bach, no es arte?, inquirí. “No, ellos hacían música”. “¿Y algún pintor o escritor?”, pregunté, a lo que Noel, ya perdiendo la paciencia, respondió: “Oscar Wilde, pero escribía, no hacía arte; y Van Gogh, pero pintaba, tampoco hacía arte”. Luego se fue a recuperar la Havaiana para ponérsela a su hermano en el pie.