Aldebarán llegó a Cuévano en el camión de las 2 de la madrugada. Avisó por guasap al profe Miembrillo de la Universidad de las Abejas tanto del trayecto como de la hora estimada de llegada con retraso y no recibió respuesta hasta bien entrada la noche: el profe se hallaba cenando con un autor de mayor renombre (posible ingesta etílica justificada) y sin tener la iniciativa inicial (valga pleonasmo) informó a Aldebarán que se dirigiera al Hostal del Agua en cuanto llegase al pueblo, pero quizá sólo porque fue Aldebarán quien preguntaba por guasap y desde el vagón a dónde chinga’os tenía que dirigirse para intentar pasar la noche.
Al llegar al Hostal del Agua, Aldebarán descubre que el mesón cierra a piedra y lodo y más aún cuando medio pueblo ya duerme. A las tantas, el conserje del Agua abre y entera a Aldebarán que su reserva está para dos días después, pero se compadece y ofrece una cama por horas (a desalojarse en cuanto llegue el huésped agendado para ese mismo día). Aldebarán decide usar el baño (para no rimar —como hace la otra mitad del pueblo— placita pública con mingitorio) y manda otro guasap pero indignado para informarle a Miembrillo de su despiste (sin subrayar que el profe bien pudo haber verificado la reserva de habitación y la logística mínima desde hace horas durante la cena donde celebraban al otro autor más renombrado). Con sólo escuchar el hartazgo de Aldebarán, ciertamente Miembrillo se desplaza al Hostal del Agua y asegura haber solucionado el problema (que en verdad había solucionado el adormilado conserje) pero en ningún momento ofrece disculpa o asume responsabilidad y de perdones ni hablamos.
Aldebarán decide entonces acercarse a una ventanita, comprar cacahuates y galletas con refresco sin azúcar (receta infalible para todo jodido) y resuelve regresar a “su lugar de origen” a las 5 de la mañana en el mismo camión en el que había llegado tres horas antes… pausa que sirve para que el jodido profe Aldebarán confirme que la niebla etílica y fentanílica ha empañado la niebla bohemia del pretérito cuevanense universitario, que hay una notable comunidad de travelos impactantes y que hay otros dos invitados a la mermada Feria del Libro de la Universidad de las Abejas que tienen un problema aún más surrealista: se les asignó habitación con dos camas… a compartir con dos colegas que vienen de la China.
Aldebarán cancela su taller de cuento en la mancillada universidad y cancela la presentación de su más reciente novelita sin aludir a que los mismos irresponsables desorganizaron el tallercito de cuento que tendría que impartir apretando cuatro horas en un día y otro tanto para otro día (pues el esquema inicial por Zoom se les enredó en calendas y polendas) o aludir a que ellos mismos se hicieron de la vista gorda el año pasado ante el simulacro de presentación de otra novelita suya (de la cual no contaron con ejemplares) o aludir a que sigue a la espera de 20 ejemplares de un pequeño ensayito publicado con ellos mismos que ofrecieron como cortesía y que sigue a la espera de una edición electrónica del mismo ensayito que Aldebarán pagó en línea
sin que lo hayan enviado virtualmente hasta el Sol de hoy que se asomaba por la rendija del camión al tomar rumbo de insomnio puro, alejándose de Cuévano (su verdadero origen) quizá ya para siempre por el pinche coraje paisano de quien confunde cariño con abuso de confianza e irresponsabilidad y el ai’se va con una cómoda y dizque jocosa justificación de que en Cuévano todo parece inventado por Ibargüengoitia, sin saber ni darse cuenta de que tanto desmadre tarde o temprano tiene su límite… aunque nunca falte un Jorge que lo vuelva puro cuento.