La nueva generación de padres de familia

Tamaulipas /

Somos de las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los mismos errores que cometieron nuestros progenitores.

De los que en el esfuerzo por abolir los abusos del pasado somos ahora los más dedicados y comprensivos pero, a la vez, los más débiles e inseguros de la historia.

Los que lidiamos con los hijos más igualados, beligerantes y poderosos que nunca existieron. Los últimos hijos regañados por nuestros padres y los primeros padres regañados por nuestros hijos.

Los últimos que temimos a nuestros padres y los primeros que tememos a nuestros hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos.

Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres y los primeros a los que les faltan el respeto los hijos.

En la medida que el “permisivismo” reemplazó al “autoritarismo”, las relaciones familiares cambiaron radicalmente.

Antes, buenos padres eran los que sus hijos se comportaban bien, los obedecían y los trataban con respeto. Y los buenos hijos eran formales y veneraban a sus padres.

Ahora, buenos padres son los que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten. Y son los hijos los que esperan que sus padres respeten sus ideas, sus gustos y su forma de actuar y de vivir, y que además, les “patrocinen” lo que para ello necesiten.

Hoy los padres tienen que complacer a sus hijos para ganárselos. Si antes, el autoritarismo llenaba de temor a los hijos, ahora nuestra debilidad los llena de miedo y menosprecio al vernos tan frágiles y perdidos como ellos.

Si el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga. Los hijos necesitan sentir que durante la niñez estemos al mando de sus vidas, como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras desconozcan el rumbo.

Solo una actitud firme y respetuosa los hará confiar en nosotros para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante guiándolos y no atrás cargándolos ni rendidos a su voluntad.

Evitemos que nuestros hijos se ahoguen en el descontrol en el que nuestra sociedad se está hundiendo. Autor anónimo.

Amigo lector, ¿qué opina?


  • Jorge Reynoso M.
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