En el silencio sepulcral del monasterio, el cartujo presiente una noche de pesadilla después de leer El pueblo bueno y sabio. Reflexiones sobre los linchamientos en México (Aguilar, 2024) de Pablo Majluf, con prólogo de José Antonio Aguilar Rivera, para quien: “El homicidio tumultuario es, como entendía, Hobbes, la negación misma de la justicia”.
La historia de esta barbarie es larga en nuestro país y el autor ilustra su ensayo con algunos casos, antiguos y recientes, ocurridos en los estados y en la capital de la República. Comienza con dos hermanos encuestadores quemados vivos en Ajalpan, Puebla, en 2015, en el sexenio de Peña Nieto, al haber sido confundidos con secuestradores. Y recuerda cómo el 25 de julio de 2001 habitantes de Magdalena Petlacalco, en Tlalpan, detuvieron a un joven por, presuntamente, intentar robar las joyas de la santa patrona del lugar. Lo inmovilizaron, lo llevaron al quiosco de la plaza central, lo golpearon sin piedad y ahí quedó, según su propia madre, muerto “como perro”. En el entonces Distrito Federal, el jefe de Gobierno, López Obrador, dijo: “(El caso) hay que verlo en lo que es la historia de los pueblos de México, es un asunto que viene de lejos, es la cultura, son las creencias, es la manera comunitaria en que actúan los pueblos originarios… la lección es: con las tradiciones del pueblo, con sus creencias, vale más no meterse”.
El 23 de noviembre de 2004, también bajo el gobierno de AMLO, ocurrió otro linchamiento en San Juan Ixtayopan, Tláhuac. Tres agentes federales comisionados para indagar sobre una red de narcomenudistas, fueron acusados de ser robachicos. Los rociaron con gasolina y les prendieron fuego, solo uno sobrevivió. Las escenas dantescas fueron transmitidas por televisión, mientras la policía, a cargo de Marcelo Ebrard, se demoraba en llegar.
En todos los gobiernos se han registrado linchamientos, muchos los justifican, pocos se atreven a cuestionarlos y llamar asesinos a quienes los cometen. Más aún, para AMLO, dice Majluf al analizar sus palabras: “Es una forma de justicia legítima, porque el pueblo no se equivoca”.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.