Para Héctor de Mauleón
“Gracias a Dios eso sucedía antes de la llegada de AMLO al poder, no ahora cuando en el piso superior de la 4T, siguiendo su ejemplo, todos dicen la verdad”, piensa el cartujo al leer las palabras de Ricardo Garibay citadas por Rosario Castellanos en su artículo del 16 de marzo de 1968 en Excélsior: “…así como hay sociedades veraces hasta la santidad cívica, sociedades guerreras hasta el genocidio, sociedades mártires hasta la abyección, hay sociedades mentirosas, de tal manera enfermas de inmoralidad, tan acorazadas de hipocresía que merecen estar enteras dentro de la cárcel. Y de éstas es nuestra sociedad, casi por donde quiera que se le mire”.
Si de acuerdo con Spin-Taller De Comunicación Política, AMLO decía un promedio de 85 mentiras en cada mañanera, lo hacía con fines didácticos, para mostrarle al pueblo bueno la fealdad de ese hábito tan arraigado entre nosotros, así logró desterrarlo, cuando menos en su parroquia, donde nadie miente, y si alguien lo duda puede preguntarle al impoluto Noroña, un senador de primera clase.
Navegar en los ensayos publicados en periódicos y revistas por Castellanos, de quien el 25 de mayo se cumplen cien años de su natalicio, reunidos por Andrea H. Reyes en Mujer de palabras (UNAM/ FCE, 2024), es una experiencia electrizante, ahí están las reflexiones profundas, las citas oportunas, el humor fulminante, el discurso feminista, la crítica sin concesiones a nuestra vida pública de una autora “sin pelos en la lengua”.
Por ejemplo, el 8 de noviembre de 1969 escribe en Excélsior sobre el requisito forzoso para quienes pretendan opinar de política sin desasosiego: exhalar incienso, “único olor agradable a las delicadas pituitarias de los depositarios de nuestra verdad, de los ejecutores de nuestros propósitos, de los que disciernen […] lo que nos conviene y lo que nos perjudica. Fuera de este marco, cualquier acción es sospechosa de herejía; cualquier opinión es digna de anatema”. Ella, desde luego se asumía hereje en esa iglesia de pureza tan rotunda como la de ahora, única capaz de interpretar las tablas de la ley.
Queridos cinco lectores, desde el ostracismo, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.