Las horas violentas es una novela de Luis Spota, el cartujo la busca en su destartalado librero para cerciorarse de su anacronismo. No es posible —piensa— mirar a México hoy como lo miraba el escritor en 1981, bronco y corrupto. El exterminador de Macuspana erradicó la corrupción, su ejemplo orientó la austeridad republicana, sus abrazos doblegaron la brutalidad de los criminales y, a partir de él, la libertad de expresión se fortaleció como nunca —aunque en el camino quedaron 47 periodistas asesinados.
Vivimos en un mundo inventado por él, donde todo es bueno y las calamidades, cuando llegan, se olvidan pronto. Por eso, la escuálida memoria acaso recordará un tiempo el homicidio a sangre fría de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores de Clara Brugada, quienes ya forman parte de la estadística del horror, tan celosamente manipulada a la baja por el oficialismo. Por eso, en una semana la candidata a magistrada Tania Contreras podría ganar en las elecciones del Poder Judicial en Tamaulipas, aunque ahora mismo esté en el ojo del huracán por sus pretensiones de censurar al periodista Héctor de Mauleón, quien exhibió sus relaciones peligrosas. ¿Pero a quién le importará en ese momento? ¿A quién le importarán en unos días las amenazas de muerte contra Adela Navarro, directora del semanario Zeta, de Tijuana, una publicación habituada al asedio de autoridades y criminales por sus investigaciones y su independencia? ¿A quién le importará el asesinato de la fotógrafa Avisack Douglas, víctima colateral en el atentado contra Xóchitl Tress, candidata de MC a la alcaldía de Juan Rodríguez Clara, en Veracruz?
En la república amorosa, donde una fanática y una plagiaria aspiran a presidir la SCJN, donde los maestros de la CNTE desquician la vida en la Ciudad de México mientras abandonan a miles de niños y niñas de los estados más pobres del país ante la tolerancia de las autoridades, donde un patán humilla a un ciudadano en las instalaciones del Senado, los políticos en el poder tienen, para todo, la cabeza fría porque, como decía el prócer: “Lo mejor es lo peor que se va a poner”.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.