La primera jornada de la Eurocopa ha dejado una conclusión clara: cambió el orden de los favoritos. Alemania que juega de local, pero sobre todo juega de Alemania, tiene una ligera ventaja sobre el resto: su nombre es Kroos. Alrededor de este futbolista al que le sobran recursos, pero le falta tiempo, se retira en un par de semanas, todavía puede articularse un juego eficaz, un cuadro resistente, un vestuario unido y un campeón en potencia; Alemania llegará tan lejos como quiera Toni Kroos.
En Francia hay un dilema: una cosa es la nariz de Mbappé y otra muy distinta el olfato del goleador. Pero en un equipo donde hay futbolistas tan buenos, tan fuertes y tan exuberantes, el gol debe aparecer por cualquier lado. Como sucedió con ellos en el último Mundial, da la sensación que los franceses manejan el ritmo, administran el esfuerzo y deciden cuándo es el momento para atacar. Francia tiene algo que no tienen los demás, como Cyrano, son capaces de ganar por una nariz.
En España sucede lo contrario que en Francia, empieza los torneos con la fuerza de una revolución, pero nunca se sabe cómo los va a terminar. Hay un factor que en esta ocasión juega a su favor: el libro de estilo que definió su vida durante la última década, ha capitulado. Obsesiva y por encima de todo, posesiva con la pelota, España encontró una forma más rápida, explosiva y sorpresiva de llegar al área contraria: se trata de tocar menos y de correr más.
A la que nunca hay que perder de vista es a Italia, parece un lugar común, una frase hecha, pero este equipo que dejó el catenaccio hace algún tiempo, no ha dejado de producir futbolistas de gran nivel. De aquella Italia Campeona de Europa hace unos años a esta, existe, aunque no lo parezca, una interesante evolución: jugadores con buen pie, ligeros, y elegantes que están demostrando que otro camino es posible. Inagotable, la cantera italiana sigue adelante.