Exacto, como en todos sus movimientos, Toni Kroos ha dado uno de los últimos pases de su carrera, en esta ocasión hacia el costado: eligió el retiro.
Prematuro para muchos, Kroos toma la decisión más difícil de cualquier deportista en una etapa cumbre: es el eje central del Real Madrid a diez días de jugar otra Final de Champions y el líder indiscutible de la Selección Alemana que semanas después, será anfitriona de la Eurocopa de Naciones.
Calculador como siempre, Kroos ha visto la jugada perfecta una vez más: despedirse del futbol como vigente campeón de Europa de clubes y selecciones asumiendo un papel competitivo, influyente y palmario en ambos cuadros. Y aunque nada está escrito, su carrera nos ha demostrado que tiene uno de los porcentajes más altos de efectividad en la historia de este juego: Kroos acierta el 98 por ciento de los pases, rara vez se equivoca.
Su retiro anunciado ayer y programado para el día que finalice su participación en la Eurocopa, impacta más por el momento, que por el hecho. Uno de los mejores mediocentros de todos los tiempos mantiene el equilibrio preciso entre su forma de jugar y su forma de pensar.
No se va antes, dejando las cosas sin terminar, ni se irá después, dejándolas mal hechas cuando las piernas dejen de escuchar las indicaciones de su cabeza: precisas, educadas y ordenadas.
Templado en el Bayern, espinazo de la selección alemana y contrafuerte del Real Madrid, carga toneladas de acero en sus espaldas: una Copa del Mundo, seis Mundiales de Clubes, cuatro Ligas de España, tres Bundesligas y cinco Champions hasta el momento.
Alrededor de este hombre reservado y metódico puede escribirse un manual sobre el oficio del futbolista: tiempo, espacio y movimiento. Este tipo de liderazgos, tan abnegados como silenciosos, definen posiciones en la cancha y posturas fuera de ella.
En el ocaso, Kroos brilla con la claridad de un jugador infinito.