¿De verdad Trump tiene mejor mano que China?

Ciudad de México /

Es común escuchar que en la guerra comercial entre Estados Unidos y China, Washington lleva las de ganar. El propio secretario del Tesoro estadounidense afirmó recientemente que Beijín solo tiene “un par de doces” en la mesa de negociación “¿Qué perdemos si los chinos nos suben los aranceles?”, se preguntó de manera retórica. “Nosotros les exportamos una quinta parte de lo que nos exportan. Esa es una mano perdedora para ellos”. Aunque el argumento hace sentido a primera vista, no es tan contundente como parece. 

Esa misma lógica puede usarse en sentido contrario. Que EU le compre mucho más a China de lo que le vende significa que sus consumidores dependen más de los productos chinos que viceversa. Imponer aranceles afecta directamente el bolsillo del consumidor, por lo que es de esperarse que el golpe inflacionario le pegue más a los estadounidenses que a los asiáticos.

Además, China ya no es el mismo país que podía intimidarse ante las amenazas de Trump hace unos años. Su economía es la segunda más grande del mundo y representa alrededor de dos tercios del PIB estadounidense en dólares nominales. Si la medimos en términos de poder adquisitivo, están prácticamente a la par. Con 1,400 millones de consumidores, un ejército cada vez más poderoso y una creciente influencia geopolítica, tiene con qué defenderse.

Hoy el gigante asiático está mejor preparado para enfrentar una guerra comercial. Su economía ya no depende tanto de las exportaciones y ha logrado reducir su exposición al mercado estadounidense: mientras que en 2017 el 21.6% de sus exportaciones iba a EU, actualmente esa cifra es de solo 13.4%. A esto se suma su crecimiento tecnológico, evidenciado por avances como DeepSeek, y su liderazgo en el mercado de autos eléctricos.

China también tiene algo que Trump no tiene: tiempo. A diferencia de los políticos en una democracia, Xi Jinping no necesita preocuparse por elecciones o encuestas. Puede permitirse una estrategia de largo plazo, resistiendo presiones internas sin el desgaste que implica una campaña electoral. Trump, en cambio, tiene elecciones a la vista y un Congreso que podría cambiar de manos, limitando su margen de maniobra.

Y no olvidemos las cartas que China aún guarda bajo la manga. Controla buena parte de la producción mundial de minerales de tierras raras, esenciales para tecnologías estratégicas. Un embargo de estos materiales podría sacudir seriamente sectores clave de la industria estadunidense. También posee una enorme cantidad de bonos del Tesoro de Estados Unidos. Si decidiera venderlos masivamente, los efectos podrían ser devastadores: alza de tasas de interés, pérdida de valor del dólar y encarecimiento de hipotecas, por mencionar algunos.

Por supuesto que China no es inmune y una guerra comercial prolongada con EU le generaría un daño significativo. Pero si Trump apostaba a una llamada de su contraparte para ceder ante todas sus demandas, más le vale que vuelva a ver sus cartas.


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