¿Para qué queremos inclusión financiera?

Ciudad de México /

Nadie cuestiona el valor de la inclusión financiera. Parece ser una causa común que más mexicanos accedan a productos y servicios financieros. La pregunta es: ¿para qué? 

Se mencionan varios objetivos: reducir la pobreza, acotar la desigualdad, impulsar el desarrollo económico. En el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) nos interesa otro ángulo: su impacto en la movilidad social. Es decir, ¿realmente la bancarización ayuda a mejorar la condición socioeconómica de origen? 

El CEEY ha realizado una serie de encuestas para medir la movilidad social. Gracias a ellas sabemos que es muy difícil para un mexicano nacido en pobreza escapar de su condición (la pobreza es, en gran medida, hereditaria en nuestro país) y que llegar a los niveles socioeconómicos más altos es casi imposible para quien parte desde abajo. También hemos identificado diferencias entre hombres y mujeres, así como entre regiones del país. En la última edición de la encuesta incluimos un módulo específico de inclusión financiera, cuyos primeros hallazgos dimos a conocer la semana pasada en la Convención Bancaria. 

Los resultados están llenos de claroscuros.

Hay buenas noticias en lo que respecta al avance de la inclusión financiera de una generación a otra. Como era de esperarse, nuestra generación está mucho más integrada al sistema financiero que la de nuestros padres. Sin embargo, la exclusión también se hereda; 95% de los mexicanos que hoy no están bancarizados proviene de hogares en los que los padres tampoco lo estuvieron. En contraste, quienes tuvieron padres con inclusión financiera tienen siete veces más posibilidades de estar bancarizados. 

La mejor noticia del estudio es que la inclusión financiera, efectivamente, impulsa la movilidad social. Las personas cuyos padres estuvieron dentro del sistema financiero tienen 40% más posibilidades de salir de la pobreza y más del triple de posibilidades de alcanzar los niveles socioeconómicos más altos. 

El problema es que este efecto positivo no se distribuye por igual. Tiene un sesgo de género preocupante. Las mujeres con padres bancarizados escapan de la pobreza y acceden a niveles económicos altos en menor proporción que los hombres en la misma situación. 

¿Por qué? Una de las principales razones está en los hábitos familiares. En muchos hogares los niños tienen un rol más activo que las niñas en temas de dinero. Los padres tienden a hablar más de finanzas con los hijos que con las hijas y a enseñarles más de administración. 

A esto se suma una fuerte desigualdad en el acceso al sistema financiero en términos de género, nivel socioeconómico y región geográfica. Para cerrar las brechas y aumentar la inclusión, el primer paso es reconocer los obstáculos. El reporte del CEEY, disponible en el portal web, ofrece herramientas valiosas para identificarlos y empezar a construir soluciones. Porque la inclusión financiera no debe de ser un fin en sí mismo, sino un camino hacia una sociedad con mayor movilidad social.


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