Presidenta de la República. Jefa de gobierno de Ciudad de México. Presidenta de la Suprema Corte de Justicia. Consejera presidenta del INE. Gobernadora del Banco de México. Hoy, las mujeres dominan las posiciones políticas y económicas más importantes del país: ¿realmente necesitan ayuda para seguir progresando? ¿Son las cuotas de género la mejor solución?
Reconozco que, a pesar de estos avances, la desigualdad persiste. En 2024, por ejemplo, la brecha salarial entre hombres y mujeres en México fue de 0.768, según el World Economic Forum. Esto significa que, por cada 100 pesos que gana un hombre, una mujer recibe solo 76.8 pesos. La pregunta es: ¿qué hacer para lograr una equidad real?
Una de las herramientas más utilizadas son las cuotas de género. El problema es que el gobierno y las empresas suelen confundir igualdad de oportunidades con igualdad de resultados. Es fundamental que hombres y mujeres sean evaluados con los mismos criterios al competir por una posición, pero imponer cuotas de género para forzar un resultado me parece un error. Un ejemplo fue la decisión de la Suprema Corte en 2023 de obligar a los partidos políticos a postular el mismo número de mujeres y hombres en elecciones. Esta medida dejó fuera a candidatos (hombres y mujeres) que podrían haber sido más competitivos. Como fue evidente con el aplastante triunfo de Claudia Sheinbaum, las mujeres no necesitan ninguna ayuda para ganarle a los hombres.
Otro ejemplo reciente de políticas de género cuestionables es la Pensión Mujeres Bienestar, un programa que otorga 3 mil pesos bimestrales a mujeres de entre 60 y 64 años, excluyendo a los hombres. El argumento es que las mujeres han enfrentado desventajas históricas, como la falta de remuneración por el trabajo en el hogar. Sin embargo, corregir desigualdades del pasado marginando a grupos en el presente representa una discriminación inversa. En Estados Unidos, la Suprema Corte prohibió bajo este argumento en 2023 el uso de cuotas en admisiones universitarias, estableciendo un precedente que también ha sido utilizado para desafiar políticas corporativas y gubernamentales que privilegian la diversidad sobre el mérito.
Lo cierto es que las cuotas de género (y de cualquier tipo) inhiben la meritocracia. En lugar de valorar a las personas por su capacidad, las decisiones se toman en base a una proporción preasignada. Además, las cuotas pueden estigmatizar a quienes se benefician de ellas, ya que pueden ser vistas como favorecidas por su género y no por sus habilidades.
A pocos días de haber celebrado el Día Internacional de la Mujer, sus perspectivas son alentadoras. Hoy hay más mujeres que hombres en las universidades, lo que sugiere que sus ingresos y posiciones de liderazgo seguirán creciendo en el futuro, más aún en un contexto económico que recompensa cada vez más el conocimiento. Queda mucho por hacer para garantizar la igualdad de oportunidades, pero imponer cuotas de género no me parece el camino acertado.