Leer para vivirla

Ciudad de México /

El 20 de noviembre de 1910 México inició su Revolución: los latifundios y sus tiendas de raya profundizaron la miserable situación en la que vivían campesinos e indígenas víctimas de un endeudamiento de por vida. La década sería turbulenta y los cambios políticos se sucederían sin tregua. El país vio a Porfirio Díaz hacer sus maletas y exiliarse ante la llegada de Francisco I. Madero —que ganó las elecciones después del interinato de León de la Barra. Los revolucionarios Zapata y Orozco no comulgaron con el ideario de Madero y se levantaron contra él—. A río revuelto, Victoriano Huerta dio un golpe de Estado y acabó con las vidas de los hermanos Madero y de Pino Suárez. Huerta asumió la Presidencia, pero Carranza y Villa no estaban conformes. Carranza convocó a los grupos en conflicto para establecer un liderazgo y Eulalio Gutiérrez asumió la Presidencia. En 1917 el mismo Carranza desconoció los acuerdos y tomó el poder. Los ríos de sangre siguieron corriendo y fueron asesinados Carranza, Villa, Zapata y Obregón. 

Los acontecimientos, personajes y grupos sociales que determinaron más de una década pueden ser enunciados de manera superficial y simplista, pero pueden ser encarnados a través de la ficción de grandes plumas que trazaron los rostros de la Revolución. 

Al filo del agua de Agustín Yáñez perfila la sociedad —en los últimos años del porfiriato— de un pueblo donde las costumbres giran alrededor de la iglesia y del catolicismo más estricto. Yáñez da cuenta de los amores de sus pobladores, de la cárcel del pensamiento, del miedo a salirse de lo que dicta la fe, de las enfermedades mentales y la estrechez de miras. El paso del Cometa Halley da inicio a la Revolución.

¿Quién no se empolvaría y compadecería de los campesinos página tras página en Los de abajo de Mariano Azuela? Ponerse los huaraches de los pobres, ignorantes y oprimidos, padecer hambre y frío y no saber siquiera el porqué de la lucha. El colectivo que se maneja sin brújula y alcanza la peor de las suertes nos deja desolados y dolidos. 

Si quisiéramos entrar en la piel de los participantes de la Revolución basta abrir las páginas de El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán. La novela autobiográfica da cuenta de las interacciones del mismo Martín Luis Guzmán —quien fuera escritor, periodista y diplomático— con los villistas y caudillos del norte del país y su vida política en la ciudad de México. El escritor hace una radiografía de los actores revolucionarios.

En La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, un empresario y político en su lecho de muerte recuerda su vida y participación en la Revolución. La visión de Fuentes es la del poder y la traición.

Los relámpagos de agosto de Jorge Ibargüengoitia cierran de manera magistral y satírica los desfiguros de la política de México al concluir la Revolución. 

A manera de colofón cito a Fuentes: “Las revoluciones las hacen hombres de carne y hueso, no santos, y todas terminan por crear una nueva casta privilegiada”. 

  • Ligia Urroz
  • Nicaragüense-mexicana de naturaleza volcánica. Transita entre la escritura, la música y el vino. Sommelier de vida. Publica su columna Desde el volcán los viernes cada 15 días en la sección M2.
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