Una lista de resoluciones

Ciudad de México /

Las resoluciones de Año Nuevo podrían trazarse desde hace unos 3,800 años cuando la comunidad celebraba la renovación de lo eterno en la agricultura. En el festival Akitu de la antigua Babilonia se sembraba en otoño la cebada que más tarde se cosecharía en primavera. Creían que en cada ciclo o Año Nuevo ganarían la suerte del año por venir. Los habitantes hacían promesas a los dioses, se saldaban deudas y se devolvían los bienes prestados. ¿Quién se arriesgaría a faltar a su promesa ante dios?

Avanzan los siglos y seguimos haciendo promesas al inicio de los ciclos —cada cabeza es un mundo. Hay escritores embargados por el pesimismo y la tristeza. Bukowski escribió “fin de año siempre me aterroriza... la vida no sabe nada de años”. Anaïs Nin dijo “no he hecho propósitos para el Año Nuevo. El hábito de hacer planes, de criticar, sancionar y moldear mi vida es demasiado cotidiano para mí”. Para Twain el año nuevo sirve “como chivo expiatorio de borrachos promiscuos, llamadas amistosas y propósitos de pacotilla”. Susan Sontag pidió “gentileza, gentileza, gentileza. Quiero hacer un rezo de Año Nuevo, no una resolución: rezo por la valentía”. Otros se aferran a la esperanza de los inicios, Tennyson expresó “que se vaya lo viejo, que venga lo nuevo, que suenen las campanas a través de la nieve; el año se está yendo, déjalo ir. Que se vaya lo falso, que venga lo verdadero”. Masaoka Shiki, poeta japonés, también sublimaba los comienzos: “cada año nuevo, cielo y tierra en armonía. El primer día”. Cortázar publicó “nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo”. T.S. Elliot se inunda de certidumbre: “las palabras del año pasado pertenecen al lenguaje del año pasado y las palabras del próximo esperan una nueva voz”. Rilke apuntó esperanzado “ahora damos la bienvenida al nuevo año, lleno de cosas que nunca han sido”.

Al término de cada año vuelvo a la letra de una de mis canciones favoritas, “Seasons of Love”, del musical Rent de Jonathan Larson: ¿cómo mido los 525,600 minutos del año que acaba y cómo quiero medir los del año que inicia? ¿en amaneceres, en atardeceres, en tazas de café, en sonrisas? ¿en textos, lecturas o publicaciones? Y aunque suene cursi y trillado yo quiero medir el año en el amor y en el tiempo que le brindo a mis afectos, porque para mí, eso es vivir. 

Querido lector, deseo que en el año que inicia viva todos los días de su vida.

  • Ligia Urroz
  • Nicaragüense-mexicana de naturaleza volcánica. Transita entre la escritura, la música y el vino. Sommelier de vida. Publica su columna Desde el volcán los viernes cada 15 días en la sección M2.
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