El reto y el gozo de escribir

Tamaulipas /

Siempre he pensado que escribir un nuevo libro es como abrir la puerta hacia un mundo desconocido. Cada libro trae su propio universo, sus propios misterios y personajes que anhelan ser escuchados.

Con el proyecto de mi sexto libro, me siento llena de entusiasmo frente a la página en blanco, ese espacio de infinitas posibilidades que solo el tiempo y la dedicación pueden llenar de palabras y vida.

Las madrugadas son mi refugio, el espacio sagrado en el que las ideas fluyen con una fuerza que parece única a esas horas.

Y es justo ahí cuando el silencio del mundo me permite escuchar a mis personajes con más claridad, ver sus rostros y entender sus historias.

He aprendido que escribir, en sí, es un acto sencillo: el papel y la tinta están siempre ahí, a la espera de nuestras ideas.

Robarle tiempo al tiempo es lo complejo. En medio de las responsabilidades y el ritmo diario, el verdadero desafío es crear un hábito, encontrar ese momento especial que pertenece solo a nuestras letras.

Recuerdo que mi mentor, el escritor argentino Alberto Laiseca, siempre insistía en que mi enfoque debía estar primero en la obra, en la esencia misma de cada historia.

Me decía que, como creadores, debemos dar a cada obra el espacio para que crezca, para que madure y tenga su propia voz antes de someternos a la autocrítica.

“La obra primero, las opiniones después”, solía decirme... Y desde entonces aplico esta regla. Este consejo me ha ayudado a no detenerme, a no dejar que la incertidumbre o la inseguridad interfieran con mi proceso creativo.

Para los escritores que están comenzando, los que sueñan con escribir pero aún no se animan a plasmar sus palabras en papel, quiero decirles que la escritura es, sobre todo, un acto de valentía. Empezar es ya un logro, y a partir de ahí, el hábito de escribir es el que nos permitirá evolucionar.

No se trata de escribir de un tirón una obra perfecta; se trata de tomar un poco de cada día y dedicarlo a este acto de creación.

Los hábitos son la base de cualquier logro, y escribir, como cualquier otra disciplina, es un viaje de pequeñas victorias diarias.

Es posible que a lo largo de este camino nos encontremos con voces que intenten apagar nuestro entusiasmo, personas que tal vez nunca han sentido la pasión de hacer algo por amor.

Suelen ser quienes, desde sus propias limitaciones, proyectan dudas y críticas hacia quienes se atreven a soñar. Con respeto, podemos elegir no escuchar esas voces.

No necesitamos la aprobación de quienes no comprenden la importancia de nuestra pasión.

A los escritores que desean dar el primer paso, les digo: No teman a sus ideas. El miedo a mostrar lo que uno escribe es natural, pero cada palabra que dejas salir es un puente que te acerca a tu verdadero potencial.

Confía en tus historias, en tus personajes, pero sobre todo en tu voz. Atrévete a ser auténtico, a dejar que tus palabras sean un reflejo de lo que realmente sientes y quieres expresar.

Escribir es un acto de fe y de resistencia. Cada obra que terminamos es una prueba de nuestra constancia, una victoria sobre el miedo y el silencio. No te preocupes por ser perfecto; preocúpate por ser honesto.

Y cuando te enfrentes a tus propios miedos, recuerda que en cada madrugada, en cada hábito, y en cada historia que escribes, estás dejando una parte de ti en el mundo.

Sigue adelante, porque cada letra cuenta y, al final, el valor de escribir va mucho más allá de cualquier crítica.


  • Magda Bárcenas Castro
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