Me llama mucho la atención que nuestra presidenta se niega a reconocer la realidad económica del país. En todos sus discursos y presentaciones públicas comenta que la economía mexicana no tiene problemas y que estamos muy bien. Entiendo que los líderes políticos deben de cuidar su lenguaje y tratar siempre de ser positivos y optimistas; sin embargo, en temas tan importantes y sensibles como es el crecimiento económico del país, se debe de privilegiar la verdad. De no ser así, estaríamos hablando de un engaño.
La economía mexicana no va bien. El sexenio del presidente López Obrador fue, en términos de crecimiento económico, el más bajo de los últimos 30 años. En términos reales, en promedio, la economía mexicana solo avanzó un poco más de 1% por año. Es decir, fue un sexenio perdido en términos de desarrollo.
Se puede tratar de explicar esto por la pandemia, pero esta no es suficiente. La realidad es que, en seis años, no hubo políticas públicas que apoyaran las inversiones productivas. De hecho, existieron iniciativas contrarias al fomento de la inversión y el progreso. La prueba más clara de ello fue la cancelación del Aeropuerto de la Ciudad de México, probablemente el error económico más relevante de esa administración. Lo peor es que no fue solo eso: hubo otras cancelaciones de inversiones privadas importantes, lo que dejó claro que invertir y crecer no era prioridad para el gobierno de López Obrador.
Además, la inversión pública se destinó a proyectos de muy bajo impacto, como la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya. Ambos proyectos que, a la fecha, no han dado resultados. La refinería, que costó más del doble de lo que se dijo que costaría, aun no produce gasolina, y el tren Maya no cuenta con suficientes usuarios. Será un proyecto que siempre tendrá que ser subsidiado.
Pero no solo eso, López Obrador nunca consideró que la iniciativa privada debía ser el motor del país y, por lo tanto, nunca la apoyó. Se mantuvo fiel al nacionalismo a ultranza que pregonara Luis Echevarría, quien creía que la rectoría económica debía ser del Estado, y que nos llevó a tantos descalabros y crisis financieras. ¿Cómo se va a construir el segundo piso de la 4a transformación si el primero nunca se logró construir? Por lo anterior en seis años no logramos crecer casi nada.
Para poder salir adelante, tenemos que reconocer dónde estamos y, a partir de ahí, plantear soluciones para empezar a crecer. Es imperativo fortalecer el Estado de derecho. La Reforma Judicial que está en proceso no vino a ayudar en nada. Fue un capricho mal planteado. Claro que se necesita una reforma judicial, pero no la que se aprobó. El tiempo lo dirá: fue un salto hacia atrás, en lugar de un paso hacia adelante.
Y mientras tanto, si no se refuerza el estado de derecho para que los inversionistas tengan la seguridad necesaria para llevar a cabo sus inversiones, estas simplemente no se darán o se verán muy disminuidas. Otra cosa que es importante es la seguridad. Un país no puede avanzar si está bajo el yugo del crimen organizado, y en nuestro caso, hay muchas áreas geográficas y económicas que están dominadas e infiltradas por las redes criminales. Hasta que no se termine con esto, el país no podrá progresar. En esta administración se nota mucha más firmeza en la lucha contra el crimen organizado, pero aún falta mucho por hacer. Falta sacar de su cómoda posición a los narcopolíticos, que siguen haciendo de las suyas a costa de la gente trabajadora y decente, que es la mayoría. Por eso es importante decir la verdad, para que juntos podamos salir adelante. Decir que estamos muy bien, además de que no es cierto, no ayuda a resolver el problema.