La mayor parte de los cambios estructurales que hemos visto en la economía mexicana en los últimos 30 años obedecen, entre otros factores, a la implementación en 1994 del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). Este convenio comercial permitió que la economía mexicana creciera de forma mucho más importante y sostenida de lo que lo había hecho anteriormente.
Algunas cifras muy simples lo demuestran: las exportaciones, que hace 30 años eran de 40 o máximo 50,000 millones de dólares (mdd), y de las cuales el 40%provenía del petróleo, hoy se han convertido en 600,000 mdd, y el petróleo solo representa el 8%.
Esto nos ha permitido generar las divisas suficientes para impulsar el desarrollo nacional al tener, ahora si, dinero para importar bienes de capital y bienes intermedios que fortalezcan la estructura económica del país. Pero, además de los beneficios de orden comercial, el tratado también impulsó la Inversión Extranjera Directa (IED), mediante la cual se han establecido en nuestro país centenas de negocios que ofrecen mano de obra a los mexicanos, nos traen conocimientos y tecnología, y fortalecen las finanzas públicas.
Este año vamos a tener 38,000 mdd de inversión extranjera directa, en 1994 esta cifra era insignificante. Independiente al Tratado, está el hecho de que las remesas en 1994, cuando mucho, llegaban a 2,000 mdd, y actualmente superan los 60,000 mdd. A pesar de las críticas del régimen actual sobre las administraciones anteriores, hoy tenemos un país mucho mejor que el que teníamos en 1994.
También vale la pena mencionar que en este cambio trascendental influyo que el Banco de México (Banxico) se convirtiera en autónomo, creo que fue en 1994, y que en diciembre de ese mismo año Zedillo decidiera cambiar el régimen cambiario por un tipo de cambio libre, mediante el cual Banxico ya no tiene desde entonces la responsabilidad de surtir la demanda de dólares o proporcionar la oferta, y deja que el mercado sea quien tome esas decisiones.
De tal forma que, a partir de eso, hemos podido incrementar nuestras reservas internacionales, que llegaron a estar en cero ese año, a más de 220 mil millones de dólares actualmente. Se necesita ser muy ciego o muy necio para no ver este cambio trascendental.
Hace unos cuantos años, el tratado de libre comercio se convirtió en el T-MEC, que es lo mismo, pero más moderno. Trajo mayores compromisos, pero nos abrió nuevas oportunidades. Este se tendrá que revisar en el 2026 y debemos estar preparados para ello. Cuando uno hace un tratado comercial, sabe de antemano que cede un poco de su soberanía, pero ceden todos. En este caso, México, Estados Unidos y Canadá, en el balance de estos 30 años de tratado, no cabe duda de que el saldo es notablemente positivo a favor de México. Es mucho más lo que hemos recibido de este acuerdo de lo que hemos tenido que ceder, y creo que en el caso de nuestros socios la situación es parecida. Aquí no se trata de que gane uno y otro pierda, sino de que ganemos todos, y eso es lo que ha demostrado la realidad.
Me preocupa la agresividad de AMLO ante los comentarios del embajador de EU y Canadá, cuando simplemente manifiestan a su socio la preocupación de que los cambios constitutivos que se pretenden: primero, no generan confianza. Segundo, no necesariamente fortalecen el Estado de Derecho sino al revés; y tercero, pueden entorpecer y detener el flujo de inversión extranjera directa hacia nuestro país. Finalmente, lo que desde mi óptica dijeron estos dos personajes fue manifestar preocupaciones legítimas al ser nuestros socios en esta relación comercial trilateral.