Es importante mencionar que el nuevo gobierno que encabeza la sra. Claudia Sheinbaum está lleno de retos, pero también de oportunidades. El gobierno saliente estuvo lleno de claroscuros, se avanzó en algunos temas, pero en otros se retrocedió; pero más allá de la crítica o el aplauso, hoy lo importante es ver que lo que se hizo bien tenga continuidad, pero lo que no resultó, modificarlo o cancelarlo. Yo me voy a circunscribir al tema económico que es mi oficio, pues seguramente otros analizaran los temas sociales, políticos y de otra índole.
En la parte económica veo, a corto plazo, el reto de poder hacer que la economía mexicana crezca un poco más, es imperante recobrar el crecimiento perdido. No es por criticar, pero en los seis años de AMLO apenas y crecimos 0.9% por año, el peor de los últimos cinco sexenios, y esto dejó muchos rezagos; lo pésimo es que este gobierno, está heredando una economía en claro descenso.
Ante esta perspectiva no hay duda de que se tienen que implementar medidas para corregir la situación, y eso solo se logrará con políticas públicas que le den aliento a la inversión privada --tanto nacional como extranjera-- y que la inversión pública se reoriente a proyectos productivos de alto impacto, lo cual no sucedió en la administración pasada que dedicó la mayor por parte del presupuesto a proyectos de impacto limitado como los que todos ya conocemos.
Los proyectos de AMLO beneficiaron a las entidades donde se realizaron, pero no tienen continuidad “perse”. Por ejemplo, el Tren Maya es un proyecto que tendrá que estar subsidiado siempre, es muy difícil predecir cuándo será productiva la Refinería de Dos Bocas --considerando que aún no produce nada-- y que su costo fue de más del doble de lo originalmente previsto; por lo que se refiera al AIFA, fue una aspirina para una pulmonía.
Además de lo anterior, el actual gobierno debe regresar a la disciplina financiera. En la administración previa se cuidó este capítulo durante cinco años, pero en este el último el gobierno federal se excedió con el endeudamiento y con el déficit fiscal; esto se debe corregir si no se quiere generar una recesión, y no será algo fácil. Debería de haber una Reforma Fiscal Integral; sin embargo, ya nos dijeron que eso no sucederá, entonces será necesario buscar otros mecanismos, pero regresar a la disciplina fiscal y al no sobreendeudamiento es imperativo.
Eso de que los niveles de deuda son adecuados, no es cierto, el hecho de que la deuda pública total representa 50% del PIB nos hace ver como un país de bajo endeudamiento; sin embargo, si eso lo relacionamos con la recaudación, veríamos que estamos en los límites máximos que puede soportar la economía nacional sin tener que enfrentar una crisis financiera. Además, hay que considerar, no el crecimiento de la deuda en términos relativos al porcentaje del PIB, sino cuánto ha crecido nominalmente, y ahí nos damos cuenta del enorme peso que eso tendrá sobre la administración que acaba de llegar.
La deuda creció 55% nominalmente en seis años, pero el costo del servicio de la misma se incrementó 85% debido al aumento en ese periodo de las tasas de interés, tanto nacionales como internacionales, al grado de que para el 2025, el pago de intereses será superior a 1.2 billones de pesos (1.2 millones de millones), por lo tanto, el reducir la deuda pública debe ser prioridad.