Sé que apenas tiene un mes la nueva administración, y deberíamos todos ser prudentes en cuanto a lo que debemos esperar de ésta, “Roma no se hizo en un día”; sin embargo, hay algunas cuestiones que sí llaman la atención. Prácticamente toda la discusión nacional se ha centrado en los cambios que López Obrador impuso al Poder Judicial, estos cambios constitucionales generaron muchas controversias. Sin ser abogado y menos especialista en el tema, sino sencillamente como un simple observador, a mí me parece que las reformas no obedecen a un afán de mejorar nuestro sistema de justicia --que obviamente sí se requiere-- sino que fueron producto de la frustración del expresidente ante un Poder Judicial que no estuvo de acuerdo en muchas de las iniciativas que presentó el ejecutivo.
Pero independientemente del porqué, también ha quedado manifiesto que los cambios se hicieron en forma precipitada y sin reflexión alguna, y por eso ahora el tema se está complicando; ya veremos si prevalece el diálogo o se impone, con un autoritarismo sin precedente, la voluntad oficial. Esperemos que lo último no sea el camino a seguir.
Pero mi inquietud se extiende al campo de la economía, todos estamos preocupados por el raquítico crecimiento que ha tenido México en los últimos seis años; si ya nos acongojaba que en administraciones anteriores el PIB solo subiera 2%, pues hoy más que nunca nos preocupa que en los pasados seis años no hayamos podido crecer ni siquiera a 1% por año. Para poner las cosas en perspectiva, el 2025 no pinta nada bien, pudiendo ser un año de contracción.
A la fecha no se ha visto al secretario de Economía presentar iniciativas para provocar nuevas inversiones, es más, ha molestado mucho a los empresarios la ausencia del secretario en el evento que convocó la Concamin en la ciudad de Monterrey, eso fue inexplicable.
Otra cuestión de mayor preocupación es la iniciativa que lanzó el gobierno federal en relación al tema energético, en esta se establece que Pemex y CFE ya no tienen que ser compañías productivas y únicamente son empresas al servicio del Estado, lo cual significa que podrán ser un barril sin fondo (que ya lo eran, sobre todo Pemex), pero ahora nadie podrá opinar sobre sus resultados. Esta sola decisión pone a México en una situación muy difícil, ya que este esquema puede degenerar en energías caras y sucias; esta es una muy mala señal para los inversionistas nacionales y extranjeros, que saben que para incrementar sus inversiones en el país se requiere de energías a precios competitivos y además limpias, para cumplir con los requerimientos internacionales en esta materia. Así las cosas, la primera política pública que esperábamos alentara las nuevas inversiones, resulta ser un obstáculo para que estas crezcan y se desarrollen.
Insisto, un mes es muy poco tiempo para ver resultados, pero es suficiente para que se generen señales en el sentido correcto.
El que la presidenta se concentre en los temas políticos y administrativos que suponen los cambios al Poder Judicial, no debería limitar que su secretario de Economía empezara a hacer cosas positivas para tratar que la economía mexicana reviva. El hecho de que el resultado del crecimiento de la economía, al tercer trimestre haya sido bueno, 1.5% no significa que este 2024 será un buen año y menos que el entrante llegará a serlo. Es imperativo ponernos a trabajar e implementar propuestas que incrementen la inversión, un país que no invierte es una nación que no crecerá; y mucho menos alcanzará niveles de desarrollo aceptables.