En el siglo XIX, los religiosos franciscanos celebraban en la Cd. de México la Calenda de Navidad, saliendo a las cinco y media de la mañana, convocados por el repique de una esquila.
Había procesión de acólitos con la cruz alta, cirios e incensarios. Los religiosos entonaban entonces la Calenda de Navidad, concebida según la creencia anacrónica de entonces: “A los 5,109 años de haber creado Dios el Cielo y la Tierra, 2,957 del Diluvio, 2,050 del nacimiento de Abraham, 1,510 de la salida de Egipto del pueblo de Israel, [etc. etc.], en la sexta edad del mundo, Jesucristo Dios Eterno, Hijo del Padre Eterno, queriendo consagrar el mundo con su venida a los nueve meses de concebido por el Espíritu Santo, nació en Belén de Judá, de María Virgen, hecho hombre”.
Al terminar, los religiosos se postraban, tocando el suelo con la frente. Seguían abrazos y felicitaciones. Los teatros daban funciones alusivas, como las Pastorelas.
Las Misas de Aguinaldo se celebraban las mañanas del novenario y la llamada de Gallo, a medianoche del 24.
Se tenía prevenido el Nacimiento, instituido por San Francisco de Asís en el siglo XIII. El portal era de madera, cubierto de algodón y talco. San José y la Virgen arrodillados a los lados del establo que acunaba al Niño Dios, y echados al frente, el buey y la mula.
Seguían los Reyes Magos: un español, un hindú y un negro. Un ángel, suspendido, con un letrero que decía: “Gloria in excelsis Deo”.
Las colinas se formaban con cristalizaciones de cuarzo, espato calizo y espato flúor, musgo y flores. Había casitas, pastores, fuentecillas, y aun nopales y guajolotes. Una india haciendo tortillas y una capillita con un fraile llamando a misa.
Por ser el día 24 de abstinencia, se cenaba después de las 12:00 de la noche. Pero el festín preparado valía la pena la tardanza.
México ha aportado a las cenas navideñas el cacahuate, el jitomate, la chía, el camote y el huaxolótl. América Central, el chocolate y la jamaica, y para posterior solaz el chile mexicano y el tabaco antillano.
Los españoles los turrones, castañas, uvas, almendras, y los buñuelos.
Por eso rezaba el villancico del niño pobre: “Esta sí que es Noche Buena, noche de comer buñuelos: En mi casa no los hacen, por falta de harina y huevos”.