La crisis para nuestra salud democrática tiene dos rostros y sólo parecemos reaccionar al regreso de un partido hegemónico. Cuando la captura de todos los poderes del Estado se encuentra con una oposición indispuesta a entender el entorno, es imposible hablar de una democracia sana.
Una renuencia paralela al oficialismo se ha estacionado en su crítica. El reduccionismo de Palacio hace parentela con la simplificación de explicaciones al voto que se conforman con el efecto clientelar de programas sociales, transferencias directas o la aceptación al presidente. Son respuestas demasiado sencillas para acusar el entendimiento o su ausencia en la decisión de la gente.
El espíritu identitario promovido desde hace décadas, la mala relación nacional con la política como espacio de ejercicio constante, la sobresimplificación de la democracia, el crecimiento de burbujas cada vez más reducidas, el autosecuestro de los institutos políticos, son algunos de los rasgos a los que nos acostumbramos y revisten algo más grave.
Si inmersos en la militarización del país, en una crisis de violencia, salud y seguridad arropadas por la negación, los electores que pudieron entregar su voto a la oposición no lo hicieron, es urgente reconocer que el no al oficialismo es insuficiente como plataforma política.
El relato del proyecto en el poder se acomoda más dentro de los códigos de una batalla cultural que en los meramente políticos. Tiene una impronta de políticas de identidad, pero su cruzada cultural no depende de etnocentrismos. Insistir en ello es bobo. Eso lo hemos tenido en diferentes medidas desde hace más de un siglo. Se trata de su entrega estética. Su acepción en la filosofía, con todo y el desprecio que le tiene el pragmatismo.
Son los instrumentos, formas y evocaciones de batallas culturales, con la anulación al otro, que aprovechan la incapacidad para mostrar una oferta al electorado. ¿Cómo se enfrentan batallas culturales sin caer en su maniqueísmo?
Los partidos hegemónicos pierden cuando se deterioran, se hacen viejos, se comen a sí mismos. No pierden sólo por tener algo semejante a una competencia en la boleta. ¿Qué puede hacer una oposición seria para adelantar el envejecimiento?