La obsesión por lo performativo convirtió los espacios políticos en malos escenarios. Toda tribuna exhibe frivolidades privadas y vulnerabilidades públicas. El presidente del Senado utilizó cámaras para transmitir la anomalía, ejemplo del exceso y perversión de instrumentos. Una disculpa televisada que dista de ser la herramienta de satisfacción en procesos de justicia transicional, manipulada por los de su clase. Aquí la definición es taxonómica, espero no ofenda. Hay un derecho democrático en increpar al poderoso que le debe impedir a éste responder con la humillación al ciudadano.
El penoso acumulado de acciones políticas tergiversadas encuentra uno de sus rasgos más ominosos. No es sólo la cabeza de uno de los poderes quien refrenda el atropello. La Presidenta avaló el hecho sin extrañeza.
Una disculpa pública, bajo códigos democráticos, tiene la intención de reparar socialmente. Es la aceptación del abuso en aras de que una sociedad herida pueda seguir adelante y de establecer un acto de memoria para evitar la repetición del daño.
Se ha escrito en los últimos días sobre la negativa del antiguo titular del INM a ofrecer disculpas por el abandono bajo el fuego a cuarenta migrantes. El acervo de similares es amplio. Tengo poco espacio.
En 2019, el Ejército debió pedir perdón a tres mujeres víctimas de violación por parte de soldados en 1994. Al evento destinado para ello no asistieron militares. Con la participación de autoridades civiles, ganó la simulación. En 2022, la Semar recibió la recomendación de ofrecer disculpas por la desaparición forzada de Jacob Vicente Jiménez en 2015. El orgullo nacional es el silencio.
Horas después del espectáculo en el Senado, la mayor tarima del país mostró qué sucede cuando toda la atención se va en teatralidades. Supongo es fácil reconocer que no existe peor lugar para recibir la noticia de asesinatos políticos. Ningún protocolo permite ocuparse de las crisis interiores si antes es necesario cuidar las reacciones. Si lo más importante es aparentar la existencia de un mundo demasiado distinto a tras bambalinas.
Mientras, ahí mismo, el fiscal general seguía esquivando lo ineludible para cualquier concepción de decencia. Su arte.