Las convenciones democráticas se rompieron. Cuando sobreviven, el lenguaje del desacato resulta inadmisible para la viabilidad política. Aviso de crisis. Sólo que el concepto de crisis no figura en los códigos de lo autoritario. La conciencia de riesgos, la incertidumbre o la previsión sobre los peores desenlaces le son ajenos.
El problema de todos los regímenes de corte autocrático no es hacerse del poder, los mecanismos para ello son múltiples e incluyen urnas; una vez que lo tienen, su problema es qué hacer con él.
La militarización que Palacio niega llamarle tal y considera un éxito, es un hecho que no resiste Chiapas, Tamaulipas o Sinaloa. Vendrá otro de esos logros con la elección de jueces.
El proyecto que intenta la salida al enfrentamiento entre los poderes del Estado es testimonio de una postura política frente a quien no quiere saber de ella, ni busca salida. Para la Presidenta, la política se acabó en el cargo. La ponencia importa, pero en la realidad en la que nos encontramos es, sobre todo, un útil recordatorio a futuro de la intención por operar en los márgenes, porque la política está en ellos. No en los extremos.
Quienes busquen argumentar una perspectiva positiva a través de las declaraciones del hombre más rico del país y su proximidad con Palacio, deberían recordar que no ha existido régimen autocrático que no haya contado con respaldo de grandes capitales y esas relaciones jamás fueron equivalentes a democracia.
Hay lugares más sencillos que el nuestro para la conducción de un régimen poco democrático.
Cuando los países son capturados por una visión que excede las pulsiones autoritarias, las oposiciones, el periodismo y el pensamiento profesional van aprendiendo a responderle con la atención en los efectos a su forma de operar para cada situación: derechos humanos, corrupción, militares, economía. En un país como México, se suma la relación de consecuencias con cercanías regionales y globales contradictorias, China y Estados Unidos; con los acuerdos y tratados internacionales; con la violencia y el crimen organizado, con la migración. Con los mexicanos mismos. La fragilidad de lo autocrático está ahí y es una: no hay retórica que lo soporte todo.