Uno de los rasgos más detestables de esta época es el conformismo público con la mentira.
En la dicotomía de significados para la elección, se le ha dado baja importancia a la condición más mancillada de estos años: nos enfrentamos a escoger la relación que queremos tener con la verdad. Autoritarismo, democracia o continuidad, casi todas esas nomenclaturas son síntomas.
El exceso de militares en funciones civiles es militarización, el gobierno seguro de su ausencia de fallos en la pandemia es cínico. La paz en México carga demasiados muertos para llamarse así.
Se pueden escenificar todos los rituales democráticos. Sin las mínimas nociones de verdad se quedarán en pantomima.
Debates y mesas de análisis se volvieron espacios para satisfacer el morbo colectivo. Hemos hecho habitual el pronunciamiento de barbaridades, sin recato ni cuestionamiento sobre si lo dicho se ubica en la línea ética de donde suponemos o nos gustaría estar. A la verdad se le resta peso de tal manera, que es necesario, en aras del oficio periodístico y la responsabilidad editorial, darse cuenta de lo insuficiente en el método de entrevista donde se asume que el silencio o la estulticia del político bastan para mostrar a los electores sus peores características.
Estamos frente a la reasimilación de un ecosistema no democrático, en el que los actores políticos sólo necesitan esgrimir alrededor de sus propios intereses y buena parte del periodismo se conforma, satisfecho con la no respuesta.
Todo ejercicio periodístico tiene implícita una responsabilidad para la construcción de criterios. Las campañas no dieron grandes ejemplos de medios, periodistas y editoriales dispuestos a acatar con honestidad ese papel formador, en lucha con otra característica. Una sociedad excesivamente desinteresada en darle legitimidad al pensamiento o a la información ajena a convicciones previas. Por más que se intente hacer el mejor periodismo, lo que ocurre poco, es inútil sin una sociedad interesada en él.
Es urgente aceptar, en lugar de repetirla, el fracaso estacionado atrás de la frase acerca del voto como producto de la emoción en lugar de la razón. Llegamos a estas alturas sin aspirar a un equilibrio entre ambos terrenos.
@_Maruan