Notas sobre la protesta

Ciudad de México /

Dos principios son elementales para toda concepción republicana. La verdad importa, tiene un valor político en sí misma. El enojo tiene utilidad cuando se traduce en acción política. En los valores de la democracia son indisociables. La protesta es parte de sus códigos. Ningún asomo de honestidad intelectual es posible si al hablar de ella se le resta validez al derecho de molestia pública.

Manifestaciones, desplegados, piquetes, llamados en las redes sociales, declaraciones. ¿Hoy, cuáles son las formas que se aceptan ciudadanas para protestar?, ¿pueden dejar de serlo? ¿Sirven?

En su posible futilidad se encuentra su primer valor. Si queremos democracia su derecho es suficiente.

Es inútil pensar en democracia si a la protesta se le secuestra por el sujeto al que está tradicionalmente dirigida. Si es limitada por medio de la extorsión y la amenaza o si la descalificación le antecede simplemente por existir.

México, desde su cultura clientelar, conoce bien esos caminos. Estados Unidos, en la nueva era Trump, enfrenta sus peores contradicciones con la presión de Washington a instituciones de educación superior.

No es ética la persecución, menos deportarlos, a quienes se manifiesten en una universidad como lo hace la Casa Blanca. No es ético exigirles a esas instituciones el registro de los manifestantes bajo presión de retirarles fondos.

No es ético el grito del río al mar, sin importar quien lo diga. Tampoco es ética la difusión de mentiras ni el rechazo a un grupo étnico o religioso. Que se encuentren ambas posturas en una sala no hace ética a ninguna.

Tenemos un mundo de enojados en el que, paradójicamente, disgusta la protesta. Esa relación social hacia la manifestación pública construyó un escenario antidemocrático. Toda cultura autoritaria depende del fomento a la cultura de la sumisión. Hay un fervor, desde su interior, no sólo por parte de gobiernos, por alentar sociedades obedientes. Sus herramientas son la falta de Estado de derecho, la eliminación del criterio como instrumento del pensamiento.

Ninguna protesta contra el ex titular del INM por dejar quemarse vivos a 40 migrantes evitó la impunidad. Eso no es república, sin rendición de cuentas no hay democracia.


  • Maruan Soto Antaki
  • Escritor mexicano. Autor de novelas y ensayos. Ha vivido en Nicaragua, España, Libia, Siria y México. Colabora con distintos medios mexicanos e internacionales donde trata temas relacionados con Medio Oriente, cultura, política, filosofía y religión.
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