Gobernar necesidades

Jalisco /

Se cumple el primer cuarto de este siglo XXI en el que estamos viviendo algunos aportes prometidos y cumplidos por la ciencia, los frutos de algunas acciones de gobierno exitosas y, al mismo tiempo situaciones aún no resueltas o atendidas de modos retardatarios o ineficaces. Y, desde luego, nuevas necesidades al lado de algunas ya conocidas y aún no atendidas.

El marco “democracia” promesa del siglo XX instalada en una gran mayoría de países del mundo da muestras de, como dijo Winston Churchill en un momento de claridad política: “La democracia es el peor sistema de gobierno excepto todos los demás”, La dificultad central sigue siendo la vigencia práctica, cotidiana de las principales notas democráticas: Justicia y libertad. Ambas ideas siguen siendo realidades complejas, en las cuales se cae de manera constante en contradicción entre los diversos principios cuya aplicación parece fácil y no lo es en el terreno de la realidad de todos los días.

Un ejemplo reciente, y recurrente, es la organización de la votación popular de ciertos cargos del Poder Judicial. No será democrática pues no se podrá disponer de sitios de votaciones acordes con la numerosa población que, en principio, puede votar para elegir a las personas para ocupar esos cargos, importantes, en la administración de justicia. De entrada, es imposible que todos los ciudadanos participen con su voto. ¿Justicia democrática? Desde luego, se pudo hacer un proceso de verdad plenamente democrático. No se quiso hacerlo. Prisas, promesas, aceptar errores, resolver dificultades sobre la marcha y desde la autoridad y más defectos enturbian la democracia mexicana, y se acepta esa democracia “coja” con el tradicional “se hace lo que se puede”, típico de gobiernos predemocráticos.

Son las necesidades reales de las personas las que ponen en evidencia la dificultad de resolverlas, pues en muchos casos, son necesidades sin solución, al menos en un lapso largo de tiempo. Otro ejemplo: La necesidad de vivienda digna para las familias mexicanas, sin distinción. Años atrás el gobierno mexicano decidió ayudar a resolver esa necesidad y diseñó una institución con solvencia económica y técnica, pues los trabajadores, todos, recibirían un aumento en su salario, el cual haría posible un gran fondo nacional con el cual, en la medida que el trabajador tuviera un cierto ahorro se haría acreedor a un crédito para comprar una vivienda, la cual edificaría esa institución del gobierno. Se podrían escribir muchas páginas de la historia de cómo el gobierno mexicano operó esa necesidad de los trabajadores. A ratos exitosa, a ratos plataforma de negocios privados. Una lección histórica sobre cómo se hace justicia de necesidades en este país. Y hoy un nuevo gobierno sin fondos quiere quedarse con lo que aún queda del fondo de los trabajadores para vivienda. ¿Justicia?

¿Se puede afirmar que los gobiernos en México han sido muy malos gestores de las necesidades de los mexicanos, y han incumplido con el principio de justicia esencial en el modelo democrático de gestión gubernamental? No hay respuesta fácil. La democracia en países de poblaciones numerosas no es fácil de implementar para democratizar las decisiones de las diversas responsabilidades del gobierno.

En muchos países se optó por gestionar importantes necesidades de la población mediante darle atribuciones de esa gestión a los gobiernos locales, lo cual facilita la justicia en un importante número de atención de las necesidades de la población local. Por eso, vale la pena preguntarnos si en México se puede pensar en multiplicar los gobiernos locales, de manera que la gestión de necesidades esté mucho más repartida.

En México tenemos alrededor de 2,500 gobiernos locales, unos pocos atienden a grupos de población numerosa, otros, la mayoría atienden a una población pequeña. Si comparamos con Estados Unidos, allá hay más de ochenta mil gobiernos locales, que tienen diversas atribuciones organizativas, políticas y administrativas, lo cual permite gobiernos locales muy estables que son capaces de mantener la gestión de las necesidades de la población con sistemas muy cercanos a las personas y de la vida económica del pueblo. En México es imposible multiplicar los gobiernos locales, pues parte de la lógica de los municipios está centrada en el control político y sólo en un segundo lugar muy distante se atiende la gestión de las necesidades de la población. Nuestra justicia social y nuestras libertades dependen del centro del país, en manos del gobierno federal, quien decide qué se atiende y que se deja para después.

Nuestra democracia centralista atiende la gestión de necesidades de los gobiernos y la población locales con la lentitud de una ventanilla para cientos de peticiones. Los gobiernos federales centralistas se han negado a una revolución federalista que genere una organización del país más justa y libre. Se prefiere el control a la solución y el poder central frente a las libertades locales. ¿Habrá esperanza de cambio y mejora justa y libre? No será fácil.


  • Miguel Bazdresch Parada
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