Una nota de El Financiero de ayer 10 de enero mismo dice: “El presidente electo Donald Trump fue sentenciado a “libertad incondicional” por el juez Juan Merchán en el caso de Stormy Daniels. La sentencia supone que el presidente electo, no pisará la cárcel ni tendrá ninguna otra obligación para con el tribunal, en forma de multa o de personación ante la corte con alguna periodicidad. El resultado consolida la condena de Trump y lo libera para regresar a la Casa Blanca sin la amenaza de una pena de prisión o una multa.”
Un día antes se publicó: “Los fiscales, rechazaron los argumentos de Trump, diciendo que el caso involucraba conducta que ocurrió antes de que fuera elegido presidente en 2016. (…) En mayo, un jurado de Manhattan declaró a Trump culpable de falsificar registros comerciales condenará a Trump a ninguna pena de prisión.”
“El poder judicial estadounidense no quiso entrar en una crisis. La sentencia de absolución incondicional pone fin a un caso que rompió las normas: el expresidente y el futuro presidente fue acusado de 34 delitos graves, sometido a juicio durante casi dos meses y condenado por todos los cargos.”
Esta situación, un condenado, recibe una sentencia de absolución, sólo se puede dar en los Estados Unidos de América donde no se tiene manera de respetar una sentencia a la vez de no retirarle el cargo para el cual fue electo. ¿Para qué el juicio? Para dispensarlo, pero no se pudo. ¿Para qué absolverlo? Para no tener a su presidente culpable en la cárcel. Eso sí se pudo: condenarlo con un contrasentido flagrante, a saber, el culpable es condenando a ser absuelto.
La situación se genera porque sería ridículo que Trump recibiera a los presidentes que lo visitan, en la cárcel. O desde la cárcel firmara una ley para meter a la cárcel a lo proxenetas. Eso sólo puede suceder en el país de Disneylanda.
En este ridículo hay lecciones para nuestro país. Desmantelar las instituciones de gobierno especializado equivale a considerar que el presidente del país puede hacer de todo. Es posible pensar que unas elecciones libres las puede hacer un gobierno libra. Sí. Pero ¿el gobierno puede ser libre ante un resultado contrario a la voluntad del presidente? No. Es necesario un organismo – de Estado, es decir constituido por mandato constitucional – diferente de una dependencia de una secretaría del presidente para estar libre frente a la obligación de cumplir la ley y no sólo cumplir la voluntad del presidente. ¿Qué hace los dictadores autoritarios? Eliminar toda oficina que no dependa de sus decisiones, no obstante que las mejores decisiones pueden ser, y con frecuencia lo son, contrarias a la voluntad presidencial, pero favorable al mejor funcionamiento de la nación.
¿De verdad, alguien con criterio formado, puede creer que la elección popular de jueces es el modo de conseguir que el pueblo obligue a renunciar a un juez que no cumpla voluntad popular, es decir lo que quiera una turba enardecida? No. Es el modo de retirar a un juez por el gobierno mismo, porque no decide con acuerdo a la voluntad gubernamental, quizá enardeciendo a una turba para obligar al juez a retirarse.
En fin, hay una ¡verdad? En cada una de las oficinas de aspectos claves para el país, que el régimen autoritario quiere manejar a su antojo con sus propias dependencias, sí, dependientes de voluntades jerárquicas. Sí, podemos ir en la dirección de tener un presidente autoritario, capaz de mandar que se decida de acuerdo con su voluntad, independiente de lo más pertinente para el interés de la sociedad toda.
Veremos. 2025 el año para comprobar a dónde vamos en esta barca llamada México.