Era ya una bomba de tiempo que no tardaría mucho en hacer explosión. Los migrantes mexicanos indocumentados -y seguramente de otros países- se rebelaron ante el acoso sin límite que el gobierno de Donald Trump llevó a la práctica con las medidas que nos trae a la memoria enfrentamientos que solamente sucedieron entre las fuerzas gubernamentales norteamericanas y los levantamientos por causas racistas de otras épocas. Todo ello ahora, parece repetirse a raíz de las redadas masivas emprendidas y que, por la dureza de la reacción, han convertido a Los Ángeles en una auténtica zona de guerra. Que lo digan si no los más de cuatro mil elementos de la Guardia Nacional (o sea allá es el Ejército mismo armado para temas internos) y ahora unos 700 marines (Ejército de alta calificación para el combate), como si se tratara de un estado bélico.
Y es que no se trata de una cuestión de deportaciones solamente, que se aplican casi continuamente pero que actualmente alcanza a hacer daños graves a familias enteras y que también afecta al sector de la producción y servicios del propio Estados Unidos. Pero para Trump se trata de dar el “ejemplo” de todo el poderío que intenta desplegar al fracasar, de hecho, los primeros actos de expulsión que no rebasaban los estándares de detenidos y deportados en los gobiernos que le antecedieron. Todas las dependencias federales involucradas en estas tareas han sido reforzadas y con lujo de fuerza se multiplican las redadas en tiendas y fábricas, acumulando por miles a los trabajadores sin papeles que van a sus mazmorras (no se les puede llamar de otra manera) e incluso la amenaza que Guantánamo (el Gulag estadounidense reservado a los terroristas musulmanes y prisioneros de guerra, etcétera), está puesto para recibir a los “criminales” indocumentados.
Un presidente de la Unión Americana, también por cierto republicano, Ronald Reagan, tomó también en serio la situación, pero aplicó medidas mucho más inteligentes. De hecho, también fue repudiado por proclamar una “amnistía” si se cumplían tales o cuales condicionamientos, de donde nacieron por ejemplo los “dreamers”, que no son sino niños y jóvenes que toda su vida han vivido en Estados Unidos, que muchas veces no hablan otro idioma más que el inglés, que van a escuelas públicas y que, pese a todo, viven en una especie de limbo en que no saben ni siquiera su propio destino. De cualquier forma, a Reagan le costó caro la situación migratoria ya que la verdad es que nunca han sabido cómo resolver la situación ni establecido un programa genuino de regularización de los migrantes que, de hecho, han vivido y hecho su vida (muy productiva, por cierto) en el vecino país.
Esta cuestión parece apenas un esbozo de lo que pudiera presentarse en un futuro venidero. Y, como dice el dicho, el perro bravo hasta a los de casa muerde, olvidó Trump que California tiene sus propios principios soberanos. Al gobernador (demócrata) Gavin Newsom, no le pareció nada gracioso que se ordenara a la milicia en un problema de su entidad sin siquiera tomarlo en cuenta, ni a la capacidad, que la tienen, la propia policía y otras fuerzas estatales o en los condados. Newson no está infringiendo ninguna ley al pretender ejercer su propio mando, mucho más comprensivo y accesible por no decir más realista, en cuanto a la población migrante objeto de los ataques presidenciales. Bueno, el choque ha llegado al punto de la amenaza de Trump de ordenar “detener” al propio gobernador que es quien la lleva con el impacto de todo el conflicto.
Hay que entender desde muchos puntos de vista el asunto. Desde luego que la causa migrante tiene demasiados años como para no comprender su origen y la manera en que la población se ha ido integrando a la comunidad estadounidense, como lo han hecho otros pueblos, desde Irlanda hasta Japón, o desde China hasta los países árabes, y muchos más. Sin embargo, lo peor que podría pasar es que un movimiento de protesta, genuino como seguramente inició, se contamine con gente infiltrada que busca más el choque con la autoridad estadunidense y que da pie a las acciones de violencia que estamos viendo. Para los estadounidenses la cuestión de seguridad lo es prácticamente todo. En México, lo sabemos bien, es tema de una postura timorata y permisiva de nuestro gobierno.
Dentro de todo lo anterior, la presidenta Sheinbaum sigue pensando, como su antecesor, que todo es cosa de elevar la bandera y cantar el himno. Ella misma mencionó en una gira por San Luis Potosí, que debería darse una movilización contra medidas que le deben motivar a aliviar el problema sin injerencias. Hoy, están Los Ángeles e inicia Chicago ardiendo ante el problema. Malo para Trump, cuyo partido va de por medio, que además amenaza a los migrantes incluso documentados, con impuestos a sus remesas, lo que solo echa más leña a la hoguera. Y me pregunto ¿Si después de tanto caos aún así hay paisanos que siguen defendiendo a Trump o simplemente voltean la mirada pues ellos -hasta hoy- aún viven bien?