Leer la vida de la primera ginecóloga en la historia de la humanidad, la doctora Tan, me llevó a estudiar el proceso del vendaje de pies de las mujeres en la China de la dinastía Ming, causante de tantas enfermedades. Me sorprendió saber que estos pies deformes pudieran resultar eróticos para los hombres. ¿Cómo pudo generarse y aceptarse tal violencia como parte de un ritual erótico?
Konrad Lorenz estudió los rituales de apareamiento en muy diversos animales y ninguno implicaba violencia; todo lo contrario: para evitar que el acercamiento a una potencial pareja, fuera interpretado como el avance hacia una agresión, los rituales de apareamiento del macho, expresan: soy fuerte, pero no te voy a agredir; quiero procrear contigo.
Sigo pensando en los pies de las mujeres nobles de la antigua China. El hombre dominó e impuso rituales muy crueles: la deformación del cuerpo, la ablación del clítoris, la mujer encerrada, la mujer como moneda de cambio, la inutilización de la mujer… ¿En qué momento llegaron a nosotros estos procedimientos dementes? ¿Por qué el hombre trató así a la mujer? ¿Será que, como Lilith, no se dejaba dominar?
La agresividad animal tiene una finalidad concreta: conservar el territorio para garantizar tanto la comida como las hembras para procrear. Pero los rituales de apareamiento de los mamíferos y aves, son casi una promesa de no ser agresivos y no dañar.
El ser humano tomó otros caminos considerablemente violentos: en la deformación de los pies, el uso de tacones o la ablación del clítoris, la diferencia es de grado, pero la violencia persiste. Por eso en mi libro de bioética y en algunos otros escritos, he insistido en que, al hablar del ser humano, no debemos hablar de agresión, sino de violencia. La agresión -lo explicó Lorenz- tiene un sentido claro y una función en el desarrollo de las especies. La violencia humana ha perdido el sentido y se parece más a una locura sin sentido o con un sentido demasiado estúpido para cualquier animal. Existen innumerables teorías sobre las razones de esta violencia, pero también afortunadamente existe mucha literatura que propone nuevos caminos hacia una forma diferente de ser.
Tanto la mujer como el hombre se asoman a una era incierta, pero la posibilidad de cambio continúa no solo vigente, sino más necesaria que nunca. ¿Cuáles serían esas nuevas formas de ser para una sociedad que pretenda superar la violencia de género?
Dejemos algunas posibles respuestas para una tercera y última entrega sobre este tema.