Juan Carlos Rodríguez, el “Alto Comisionado” del futbol mexicano, es absolutamente indefendible. Se equivocó de principio a fin en uno de los temas más sensibles e importantes de los que integran el mosaico de sus responsabilidades: la elección, ratificación y remoción del entrenador del representativo nacional.
Lo menciono y lo enfoco porque nadie que conozca su personalidad y la estructura de colaboradores que diseñó e implementó, podrá conceder que quien tomó la decisión de poner y quitar a Jaime Lozano fue de él.
Pudieran dirigirse las críticas a Ivar Sisniega, quien formalmente ocupa la presidencia de la Federación Mexicana de Futbol, pero no, no es el ex pentatleta olímpico, quien toma este tipo de decisiones. El también ex director de la Conade anda en otros temas que no dejan de ser importantes.
No solo hay desaciertos monumentales en las formas y en los tiempos y métodos de informar y comunicar la baja de Lozano. Resulta casi imposible de entender, por lo contradictorio, todo el proceso: designar y luego ratificar a Lozano al frente de la Selección; pedirle que incorpore un auxiliar con experiencia, pero tolerar que no les hiciera caso… Anunciar que pase lo que pase él sería el director técnico en el Mundial del 2026… al mismo tiempo imponerle que quitara de su convocatoria para el torneo continental a ciertos jugadores veteranos para darle oportunidad a jóvenes, pero sin precisar qué realmente significaba esto… ratificarlo tras la eliminación del equipo en la primera fase de la Copa América… luego, pedirle que aceptara ser auxiliar de un entrenador con más experiencia.
El único punto en el que todos podremos estar de acuerdo; sin embargo, no deja de ser relevante: ya no es Lozano el entrenador de la Selección Nacional. El consenso después de la Copa América es que se tenía que ir, que la responsabilidad le quedó grande.
Pero que preocupante resulta la incapacidad mezclada con inexperiencia y ligereza con la que se están tomando decisiones en la FMF.