Decepciones

Ciudad de México /

Un sueño: fumaba un puro fino de gran tiro, un Davidoff, y fabricaba nubes de humo. Me irrita que entren a mis sueños personas sin importancia. Ahí estaban con sus azadones y su destrucción narrativa del sueño. Un plomero, cosa rara, una desconocida en la que me esmeré creando su perfil desconocido. No entremos a Freud, por favor; más bien acudamos a Borges. O mejor, vamos a unirlos.

Tengo amigos que detestan los sueños escritos, pero yo decidí esto mientras dormía: la decepción es ese lugar donde no crecerán de nuevo las ilusiones.

Sé que no van a creerme, pero me dormí con una frase suelta, al aire, de Goethe: “la literatura está llena de aromas”. Y en el sueño paradójico, al parecer las ondas Delta son literales: coliflores capeadas en caldillo de jitomate. Un aroma. El olor dulce de mi madre, probablemente no necesito nada más. Cómprame un perfume. No lo necesitas. Se los juro, así era el sueño.

Desperté con la palabra decepción en la punta de la lengua. La vigilia, un recuerdo: mientras imprimía en una vieja e inexplicable máquina de volantes para cambiar el mundo de los años setentas, una noche vi a Rafael Aguilar Talamantes, sí, el del ferrocarril y antes del PST, abrir dos maletas llenas de dinero. Una para su casa, otra para el movimiento.

Poco tiempo después, Monsiváis maltrataba y engañaba a un grupo de jóvenes y ordenaba: escriban mal de José Agustín, y de paso la frase: no te funciona, nunca serás escritor. No me reconocen, dijo, en la sala de su casa de San Simón, un gato caminaba en uno de sus muslos.

Una tarde, en Cocoyoc, Cortázar estuvo en nuestra mesa, Delia y yo escuchábamos atentos, dos jóvenes de veinte años con un gigante en todos los sentidos. Un poco después Cortázar viajó a Nicaragua y se entregó a la ideología y escribió Alguien que anda por ahí.

Tomo café exprés a las seis y media de la mañana, apenas he despertado: y tú, ¿a cuántos has decepcionado? Ni dudarlo, podría hacer una fila afuera del banco antes de que entren los cajeros a repartir billetes de la emoción y el recuerdo. Probablemente de esto se trataba: un va y viene; recibo y doy.

La verdad, dijo Pessoa, es un error de perspectiva. Eso o Goethe: la literatura está llena de aromas. Yo me quedo con las coliflores capeadas y el olor dulce de mi madre. 

Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.