Pasarán más de mil años, diría el clásico, y la lectura insistirá en el acto solitario del encuentro con una trama interminable: la libertad y la imaginación. Una de las formas inabarcables de esas iluminaciones ha sido la mitología. Tengo la suerte de no ser un conocedor y de sorprenderme cada vez que me cuentan un mito. Príapo, Antígona, Ismene, Damocles, los cíclopes, Eco, Narciso, Procusto. Y mientras escucho la historia vuelvo a un momento infantil de misterios sombríos. Me pregunto si la mitología no es una infancia oscura y perversa.
Hace muchos años, en alguno de esos seminarios de los años setenta leí el libro clásico de Joseph Campbell: El héroe de las mil caras. Me esforcé, pero entendí poco, aunque subrayé mucho, pongo este viejo ejemplo que persiste marcado en rojo: “lo que maravilla es esa capacidad del cuento infantil más simple para rozar e inspirar los más hondos núcleos creativos, igual que el sabor del mar está contenido en una gota de agua o el misterio de la vida está contenido en el huevo de una pulga”. Estamos ante esa imaginación fundadora: la mitología.
Juan Eduardo Martínez Leyva se ha propuesto volver a la mitología y repasar episodios del “más hondo núcleo creativo” en su libro Mitos clásicos, sueños públicos (Cal y Arena, 2024) y nos cuenta algunos mitos con sencillez y conocimiento. Esto no le quita la erudición, más bien le añade la pasión. La frialdad de la erudición es inútil sin el fuego de la pasión. De esto trata este libro: de acercarse a la vida y a la muerte, a la traición y a la lealtad, al amor y al odio. Martínez Leyva ha tenido una intuición notable: los mitos guardan dentro de sí una secreta actualidad. Así, toca con inteligente sutileza un momento de nuestro tiempo, de nuestra vida pública y lo relaciona con algunos de los mitos que recrea.
Campbell: “El sueño es el mito personalizado; el mito, el sueño despersonalizado. Ambos, mito y sueño, son simbólicos de igual manera que la dinámica de la psique”.
Mitos clásicos es ante todo un libro de aventuras. No concibo literatura alguna sin los dones del hechizo, digamos de cierta hipnosis. Martínez Leyva ha abierto la puerta mitológica y, para hacer psicoanálisis silvestre, ha encontrado a su sombra creativa.