La semana pasada leí un artículo acerca de Arcis, una empresa de Dallas que ha venido comprando campos de golf en distintos lugares de Estados Unidos desde hace algunos años. Tienen ya 70 clubes, incluyendo 18 que adquirieron en los últimos tres años.
Su estrategia consiste en comprar clubes rentables, les invierten millones de dólares para mejorar su infraestructura y sus amenidades, y le meten duro a la mercadotecnia para vender más membresías. El objetivo es, por supuesto, lograr mejores resultados.
Un ejemplo es lo que hicieron en las afueras de Houston. Ahí, el mes pasado compraron The Woodlands Country Club, que cuenta con cinco campos y 99 hoyos, además de gimnasios, canchas de tenis, salones para eventos, etc. Están ahora invirtiéndole 30 millones de dólares para mejorar sus instalaciones.
Me pareció muy interesante. En ese país, las firmas de inversión tipo private equity tienen décadas apostando por este tipo de operaciones: respaldan a un equipo que se lanza a comprar negocios en una determinada categoría y que busca hacerlos más eficientes y comercialmente más exitosos. Todo lo comprado queda dentro de una empresa que se va haciendo más y más grande, hasta que llega a un tamaño en el que puede hacer una colocación en el mercado (o se le vende a alguien más).
Han habido este tipo de estrategias en todo tipo de segmentos: desde quienes compraban casas funerarias y negocios de lavado de autos, hasta asilos para personas mayores, clínicas dermatológicas y más recientemente despachos de contadores.
En México hemos visto intentos por desarrollar este tipo de estrategias, incluyendo un caso en el que se trató de construir una gran empresa de tacos (comprando varias cadenas de taquerías) y casos donde algunos grupos están adquiriendo universidades, colegios u otros centros educativos. Uno reciente, que hasta ahora parece ir muy bien, es el ejemplo de Aguafría, donde un equipo emprendedor, respaldado por inversionistas, fue adquiriendo fábricas y marcas de hielo a lo largo de todo el país. La empresa que crearon llegó a tal escala que vino una de las más grandes del mundo y los compró.
Sin embargo, la realidad es que el caso de Aguafría es más bien excepción. No es el único que ha funcionado, pero tampoco es como que haya muchos ejemplos muy inspiradores.
Considerando que México es un país de empresas chicas, yo hubiera pensado que este tipo de iniciativas serían más populares y, por supuesto, más exitosas. Pero cuando hablé con una persona que ha trabajado en este tipo de firmas de inversión me dijo que uno de los grandes, grandes impedimentos en este país es la informalidad: la mayoría de estos negocios terminan teniendo una contabilidad oficial, sobre la cual pagan impuestos…pero que no necesariamente es lo que refleja de lo que viven sus dueños.
Pongamos el ejemplo de una clínica veterinaria. Podría hacer sentido una estrategia de adquisición de este tipo de negocios —hay muchos, pequeños y medianos, y es un segmento que está creciendo. Sin embargo, los “resultados oficiales” de esos negocios van a ser muy diferentes a lo que en verdad ganan sus dueños. Entonces, ¿cómo hacerles una oferta de adquisición que considere la parte ‘escondida’ de la ganancia? ¿Qué le tendría que decir la firma de inversión a sus propios socios?
Imposible.
La informalidad en México tiene muchas consecuencias —una de ellas es que frena la construcción de negocios más competitivos y sobre todo, más grandes.