No podía haber caído en peores fechas la insistencia de Donald Trump para que tropas estadunidenses pongan sus pies sobre suelo mexicano. Un día antes de que se celebre el 5 de mayo, el magnate afirmó que Claudia Sheinbaum tenía tanto miedo de los cárteles que no era capaz de valorar con claridad la propuesta que generosamente hizo él para que el ejército de Estados Unidos se haga cargo de combatir a las organizaciones criminales al sur de su frontera.
La batalla del 5 de mayo para los mexicoamericanos es un símbolo de resistencia cultural frente a una sociedad que desde siempre les ha querido borrar. Expresión de fortaleza para quienes, como dicen Los Tigres del Norte, desde el siglo diecinueve fueron saltados por la línea divisoria, o para quienes después decidieron brincarla en búsqueda de mejores oportunidades.
El significado de esta fiesta varía ligeramente si se considera a la población que vive en México; remite al año de 1862 cuando el Ejército mexicano obtuvo en la ciudad de Puebla una memorable victoria contra las tropas francesas.
En cualquier caso, se trata del otro día de la independencia mexicana y, por tanto, es muy importante para la sensibilidad nacional. ¿Qué dirían los vecinos si un presidente extranjero propusiera invadir con su ejército territorio estadunidense en la víspera del 4 de julio?
Trump es un majadero consuetudinario y lo peor es que obliga a tragar al resto del planeta sus barbaridades. Hasta ahora, el gobierno mexicano ha eludido confrontarse de manera directa con este personaje y no ha salido mal la cosa.
Cabe, sin embargo, preguntarse: ¿cuánta basura más podremos soportar sin hacer muecas?
No solo sería humillante el hipotético ingreso del ejército estadunidense a nuestro país, lo cierto es que una vez dentro no habría forma de sacarlo más tarde.
Sheinbaum respondió a Trump que la única cooperación posible es aquella donde cada gobierno se haga cargo de sus propios asuntos.
Zoom: Trump continuará amenazando con invadir México, lo hizo a través de sus generales pocos días después de tomar posesión, insistió con ello en al menos dos comunicaciones con Sheinbaum y volverá a hacerlo porque disfruta humillar, pero sobre todo porque es un recurso similar al de los aranceles que le sirve para ganar margen de negociación sobre el resto de los temas en disputa.