Trump obligó a que miráramos al dragón

Ciudad de México /
J. D. Vance, vicepresidente de EU, en la liturgia del Viernes Santo en el Vaticano. AFP

Recién tenía siete días Donald Trump de haber regresado a la Casa Blanca cuando la compañía China DeepSeek irrumpió en el disputado sector de la inteligencia artificial con tal fuerza que provocó el desplome de las acciones de las principales empresas globales dedicadas a la tecnología, las cuales, luego, arrastrarían a las bolsas del mundo entero.

¿Por qué DeepSeek tomó por sorpresa a Occidente? Probablemente por la misma razón que tiene asombrados a los estadounidenses respecto de la reacción que China ha sostenido frente a la guerra comercial declarada por su presidente.

Desde este lado del planeta se conoce mal y se comprende peor al más grande de los dragones asiáticos. Pero tal cosa está cambiando muy rápido gracias a la política arancelaria de Trump que logró, en muy pocas semanas, arrancar la pesada cortina que ocultaba al dragón.

Un momento inolvidable de esta toma de consciencia fue provocado por la declaración que hizo J.D. Vance, vicepresidente de Estados Unidos, durante una entrevista con la cadena CNN en la que se burló de los manufactureros chinos calificándolos de campesinos. ¿Cuánta ignorancia se necesita para decir tal estupidez y suponer que no tendrá consecuencias?

Cada día es más obvio que Trump y los suyos han venido tomando decisiones enceguecidos por sus propios prejuicios, desapegados de la realidad, y también por una ideología desconectada del mundo.

Se necesitaba ser preso del pensamiento mágico para suponer que el dragón iba a soportar estoicamente el humillante embate del presidente oligarca. En vez de agazaparse, los aludidos por la impertinencia de Vance saltaron de inmediato a las redes para corregir la percepción errada de sus adversarios.

Precisaron que la mayoría de los productos que el consumo occidental cree que son occidentales se fabrican en los hechos en esa gran nave industrial llamada China. Trátese de los bolsos Carolina Herrera, los cinturones Hermes, los zapatos Nike o los automóviles Tesla, cientos de miles de productos de lujo, que alimentan los símbolos del estatus social europeo o estadounidense, hace tiempo que se facturan bajo las alas del dragón mal dimensionado.

Otra estampa que ilustra la confusión ocurrió hace un par de días cuando Karoline Leavitt informó en conferencia de prensa que la muralla de aranceles contra China se elevaría a 245 por ciento. Tal cosa mientras iba vestida con un llamativo conjunto de color rojo confeccionado en China. Un fabricante de la provincia de Mabu lo reconoció y reclamó la autoría de esa prenda adquirida por la funcionaria en unos 470 dólares, provocando después burlas infinitas.

El problema con Trump y sus seguidores es que antes no conocían a qué grado su país depende de China. De otra manera habrían calculado mejor sus movimientos. La economía estadounidense es consumidora intensiva de productos chinos como plásticos industriales, textiles y ropa, productos farmacéuticos, baterías y metales provenientes de tierras raras, equipos de telecomunicaciones, chips y circuitos electrónicos – en ese orden de relevancia.

La muralla de aranceles erigida por Trump tiene como grave consecuencial, no solo que incrementará los precios, sino que provocará escasez de los productos mencionados durante un periodo que puede ser largo. A menos que se llegue a un acuerdo entre China y Estados Unidos, tomará tiempo antes que otros países surtan de estos bienes, o que eventualmente sean fabricados dentro del territorio estadounidense.

No sólo Trump y sus huestes habrían cerrado los ojos frente al dragón. Al derrumbarse el telón, el resto del mundo tomó conciencia de su verdadera dimensión, así como de la vulnerabilidad de la primera potencia del globo: ha quedado al descubierto que el futuro del planeta no está ya en manos de Estados Unidos.

En palabras del analista Thomas Friedman: mientras ese país “enfoca su atención en los equipos en los que pueden competir los atletas transgénero, China enfoca la suya en transformar sus fábricas con IA pera poder superar (a su competencia).”

De acuerdo con la teoría de la transición de poder (Power Transition Theory), desarrollada a finales de los años cincuenta del siglo pasado por A.S.K. Organski, era previsible que China superara a Estados Unidos entre los años 2030 y 2040. Sin embargo, los yerros que Trump está cometiendo para evitar este destino terminarán por adelantar la fecha.

No es tarde para ponerse a hacer la tarea. Se pierde el tiempo tratando de anticipar y comprender a Donald Trump cuando lo más pertinente sería invertir inteligencia en descifrar a China. De poco nos sirven para ello los prejuicios, al estilo J.D. Vance, que ofrecen una mirada nublada y generalmente tendenciosa sobre lo que ocurre dentro de ese país.

Llegó la hora para aproximarse con rigor y seriedad a la civilización china, a su cultura, a sus valores y las ideas contemporáneas que articulan a esa nación. Si Estados Unidos irá perdiendo brillo como referente de futuro, ¿qué otras luces van a iluminar el porvenir? Es obvio que China jugará un papel dominante, pero también lo es que el resto de las sociedades del orbe habrán de colocar, cada una, su parte en la construcción del nuevo concierto global.

La disputa por el futuro del planeta comenzó oficialmente el 20 de enero de este año cuando Trump asumió el liderazgo como el peor presidente que su país haya votado nunca. Su arribo a la Casa Blanca precipitó una desconfianza planetaria que no pesa únicamente sobre él, su gobierno o su partido, sino sobre quienes le votaron y aún continúan ofreciéndole respaldo.

En Asia, mientras tanto, China se va asumiendo lista y en condiciones de tomar el relevo.


  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
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