La familia Guzmán

Ciudad de México /

El pasado 9 de mayo, Griselda López Pérez, la segunda esposa de Joaquín Guzmán Loera, tomó un avión de Culiacán rumbo a Tijuana, desde donde cruzó a San Diego por la garita de San Isidro. A diferencia de Marina del Pilar, a ella sí la dejaron entrar, junto a una quincena de parientes que, acto seguido, se entregaron al FBI. 

López, conocida en el mundo del narco como Karla Pérez Rojo, es la segunda esposa de El Chapo, con quien se casó a mediados de los años 80. Fue testigo y cómplice clave en su ascenso por los escalafones del crimen organizado mexicano, manteniendo con él una relación cercana incluso después de su ruptura. Es madre de Édgar, heredero designado del padre hasta que fue abatido por los Beltrán Leyva el 8 de mayo del 2008 en el estacionamiento de un centro comercial culichi que cada aniversario se cuaja de flores en su nombre. En su servicio fúnebre, Griselda le regaló a cada uno de los miles de asistentes un pequeño rosario de oro puro. Sus otros hijos con el capo son Joaquín Jr, Ovidio el Ratón y Griselda Guadalupe.

López fue detenida por la entonces SIEDO a mediados de mayo de 2010, con ayuda de la DEA, días antes de que el presidente Calderón visitara Washington. 200 elementos fueron enviados a sacarla maniatada y encapuchada de su casa en Las Quintas, en Culiacán, con poco provecho: poco después de ser entregada en la difunta PGR por una formidable escolta armada hasta los dientes fue liberada sin cargos de por medio, probablemente para evitar algo parecido a lo que luego conoceríamos como el Culiacanazo. Dos años después, la oficina de control de activos extranjeros del Departamento del Tesoro la incluyó en su lista negra, impidiéndole realizar cualquier transacción comercial o financiera en los Estados Unidos o con ciudadanos o negocios gringos. Con todo, Griselda ha vivido desde entonces en domicilios conocidos de Jesús María y Culiacán sin ser molestada, operando, entre otras, una empresa cementera llamada JM Concretos, proveedora estrella del gobierno de Rocha Moya, por cierto.

Esa tranquilidad se rompería en julio de 2024, cuando sus hijos hicieron de El Mayo Zambada un involuntario sacrificio propiciatorio luego de la extradición de El Ratón en septiembre de 2023. Casualmente, tres días antes de la entrega de su madre al FBI, se anunció que Ovidio había pactado con la fiscalía gringa: en su siguiente audiencia del 9 de julio se espera que se declare culpable, con su hermano Joaquín a punto de seguir el mismo camino. No sorprendería a nadie que el generoso asilo familiar se diera en el marco de estos acuerdos.

De entre los Guzmán que quedan libres, Iván Archivaldo —el hijo mayor de El Chapo con Alejandrina Salazar— encabeza desde la captura de su padre el negocio familiar. Es el principal productor y traficante de fentanilo en México y el responsable de los días de fuego durante el primer intento de captura de su hermano Ovidio. En febrero de este año, escapó de un operativo por un túnel alto e iluminado que abarcaba tres cuadras y que comenzaba en una puerta oculta en el baño de su casa de seguridad.

Vaya días que corren, y lo que nos falta.


  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
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