Una pelea boxística a las seis de la mañana no es precisamente atractiva, por más que los aficionados a las distintas disciplinas deportivas suelan programar el despertador en horarios muy extravagantes para mirar las competiciones.
Pero, miren, Arabia Saudí quiere ser parte del universo pugilístico mundial y acaba de cerrar un contrato descomunalmente millonario para agenciarse los favores de Saúl Canelo Álvarez: el mexicano participará en cuatro peleas, la primera de las cuales ya tuvo lugar, el sábado pasado, en Riad, contra William Scull, el campeón supermediano de la Federación Internacional de Boxeo. Y se programó, justamente, a esa inclemente hora para que la pudiéramos disfrutar aquí, en nuestro continente, como si estuviera teniendo lugar en Las Vegas o en Ciudad de México.
Un combate aburridísimo, con perdón de los fanáticos y reconociendo, de todas maneras, el formidable trabajo de piernas del cubano, exiliado como tantos otros del infierno comunista (de nuevo, con perdón de los respectivos sectarios por haberme permitido esta digresión).
Bailotear a lo largo de doce rounds no es una hazaña menor, ni mucho menos, necesita de una condición física absolutamente excepcional. Y sí, eso también es boxeo de la misma manera como el tedioso catenaccio, invento futbolístico de los italianos, es una táctica interesante de observar, así sea que se trate de matar el espectáculo en los estadios.
Scull, el rival del Canelo, es una versión caribeña de Floyd Mayweather –toda proporción guardada, desde luego— en lo que toca a esquivar al adversario pero sin los golpes de velocidad fulgurante del norteamericano ni mucho menos la eficacia que resulta de su precisión y enorme capacidad técnica.
Los jueces premiaron al jalisciense con una decisión unánime por haberle lanzado a Scull un mayor número de leñazos al cuerpo pero en momento alguno pareció estar siquiera cerca de liquidarlo con el nocaut de rigor, la sentencia boxística que deja fuera de toda duda.
Y sí, sabemos del profesionalismo de Álvarez, de su dedicación y su ejemplar disciplina. Pero hemos tenido aquí en México a campeones de deslumbrante talento que, ahí sí, se movían en otras esferas.
En fin, el Canelo se va a embolsar, según parece, 400 millones de dólares en las cuatro peleas que pactó con Turki Alalshikh, el mandamás de Riyadh Season, la cadena de eventos y espectáculos que las autoridades saudíes organizan en la capital del reino.
El próximo combate será, ahora sí, en el Allegiant Stadium de Las Vegas, contra Terence Crawford. Tendrá que ser mucho mejor pelea, señoras y señores: los árabes necesitan recuperar algo de su colosal inversión.